«Reina de la Paz, muéstranos al artífice de la paz»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, invocamos a Santa María Reina de la Paz, Virgen del Rosario con los veinte misterios que meditamos en la actualidad, incluidos los luminosos, que san Juan Pablo II añadió a los gloriosos, gozosos y dolorosos.
La Palabra del Señor hoy nos invita a la misericordia y a la fraternidad samaritana con la parábola del Buen Samaritano. Hemos escuchado en el pasaje evangélico de Lucas: «Anda, haz tú lo mismo». La misericordia que estamos llamados a experimentar y manifestar con nuestros prójimos nace del conocimiento de la vida y obra del Señor Jesús.
Los misterios de la vida de Jesucristo y de la Virgen María, son misterios que fortalecen nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Son muestras de fortaleza los misterios gozosos: la encarnación, la visitación, el nacimiento de Jesús, su presentación en el templo y su hallazgo hablando a los doctores porque tenía que estar en las cosas del Padre.
Por una parte, nos confiamos a Jesús y a su Bienaventurada Madre, la Virgen del Rosario, para afrontar las vicisitudes de la vida y particularmente orar con confianza por la paz, pues la Reina de la Paz nos muestra al artífice de la paz, el que anunciaron los profetas y predicó Pablo porque se le reveló Jesucristo, verdad que salva y proclama con valentía.
Por otra parte, los misterios dolorosos y luminosos del Rosario nos muestran el rostro misericordioso del Padre. El que descubrimos en Getsemaní, cuando le flagelaron, le coronaron de espinas, subía al Calvario, fue crucificado y murió. El rostro que vemos al ser bautizado por Juan en el Jordán, cuando convierte el agua en vino, anuncia el Reino, está en el Tabor y se entrega en la Eucaristía fuente y culmen de nuestra vida.
Completan nuestro conocimiento de Dios y de Jesucristo, el Señor, y nos ofrecen una esperanza que no defrauda los misterios gloriosos de la resurrección, la ascensión a los cielos, el envío del Espíritu Santo y la asunción de la Virgen, coronada reina y señora de todo lo creado.
Conocer y contemplar los misterios del Rosario, por tanto, nos ha de llevar a descubrir y practicar la misericordia con los hermanos y con nuestro mundo y a tener esperanza. Para orar y hacer el bien, como hoy oramos por la paz que necesita nuestro mundo, plagado de guerras y de heridos que hemos de levantar, curar, cuidar y ayudar a sanar como buenos samaritanos.
Que esta Eucaristía nos fortalezca y la contemplación de los misterios del Rosario nos urja e inspire para vivir atentos a las necesidades de nuestros hermanos y acercarnos a las cunetas de este mundo para orar y tener misericordia de quienes sufren, como Dios ha tenido misericordia de nosotros y confiar en Jesucristo, esperanza que no defrauda.
Amén.