«El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión: el proceso por el cual muchos granos molidos se convierten en pan es un proceso de unificación. Como nos dice san Pablo (cf. 1Cor 10, 17), nosotros mismos, que somos muchos, debemos llegar a ser un solo pan, un solo cuerpo. Así, el signo del pan se convierte a la vez en esperanza y tarea».
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Esta adoración del Santísimo nos une a la celebración de la eucaristía donde ha sido consagrado el pan. Es decir, convertido en cuerpo de Cristo. Nos unimos en el misterio del amor fraterno, al cuerpo místico de Cristo, pan de vida. Sabemos que el Señor hace el pan con cada grano de trigo dispuesto a dejarse moler, como él, para ser amasado por el divino tahonero. Él convierte el pan en cuerpo de Cristo, pan único para ser partido y repartido.
Ante el Señor que nos dice «Tomad [y comed] todos de él», nos importan los dramas que viven las personas de nuestro mundo, así como las dificultades propias de este momento histórico.
Como consecuencia de esto, tenemos presentes hoy aquí a hermanos y hermanas migrantes, encarcelados, adictos, enfermos físicos y mentales, ancianos y un largo etc. Seamos acogedores porque en las periferias y en los márgenes hay personas que pueden ser con nosotros «como granos que hacen el mismo pan».
Adorando a quien es la esperanza que no defrauda, debemos sentirnos llamados a ser granos que hacen el mismo pan como signo de esperanza personal y compartida. Formaremos una Iglesia sinodal misionera comiendo y dando de comer juntos de este pan, ya que, como dice san Pablo en su primera carta a los Corintios, «siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,17).
Adoremos, tomemos el pan, comamos y compartamos.