«Cada bienaventuranza es senda de santidad»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas. Celebramos con gozo la festividad de Todos los Santos en medio de una realidad salpicada de guerra, violencia, destrucción y otros motivos de desesperanza.
Frente a esta visión desoladora, la santidad de Dios y el ejemplo de los santos nos ilumina e invita a superar las sombras de pecado y de muerte que hay en cada corazón y en nuestro mundo. Nos ayuda siempre mirar a la Jerusalén celeste y al Señor que nos dirige palabras de vida eterna en el sermón del Monte.
Sintamos en este día el gozo de quienes escucharon las bienaventuranzas de boca de Jesús, casi sin comprender, pero con el corazón encendido por el Maestro que les hablaba con autoridad, con palabras llenas de vida y amor.
Hagamos nuestra también la alegría de la Iglesia entera por tantos hijos suyos —hijos amados del Padre— que han escuchado y practicado las bienaventuranzas del Señor en todas las naciones, razas, pueblos y lenguas (cf. Ap 7,9).
En esta singular y esperanzadora fiesta de Todos los Santos, pidamos al Señor que nos conceda el don de comprender y hacer vida sus bienaventuranzas en medio de nuestras circunstancias. Cada bienaventuranza es senda de santidad.
Necesitamos acrecentar la esperanza mirando la ciudad celeste y experimentar ya los gozos y la gloria anticipada de Dios; su pobreza que nos enriquece en medio de nuestra pobreza de espíritu; su mansedumbre, propia de los herederos del Reino, en medio de zarandeos e incertidumbres; su consuelo en medio de cualquier llanto.
Queremos ver, Señor, Maestro de las bienaventuranzas, tu justicia en medio de tanta injusticia; tu misericordia en medio de tanto juicio inmisericorde; tu corazón limpio en medio de tanta turbieza; tu paz en medio de tanta guerra.
Tus santos, Señor, interceden por nosotros y nos muestran el camino hacia la santidad, más allá de nuestros méritos por pura gracia tuya. Contigo nada hemos de temer.
Que el Espíritu Santo nos invada con toda su potencia y nos libere de las debilidades del egoísmo, de la comodidad y del orgullo. Que hagamos vida la Palabra de Dios siendo dichosos como los santos: caminar en su presencia para ser perfectos (cf. Gn 17,1); ser irreprochables ante Él por el amor (cf. Ef 1,4); ser santos porque Él es santo (cf. 1 P 1,16).
Que el Amor de Dios nos guíe hasta la santidad para ser semejantes a Él. Esta esperanza nos purificará para verle tal cual es y gozar de la eterna bienaventuranza.
Amén.