«La paz que necesita un pequeño rebaño»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Madres carmelitas, hermanos y hermanas. La paz de Dios que experimenta Teresa de Jesús, fruto de la sabiduría que nos sale al encuentro, la necesitamos todos para llenar nuestros corazones y fortalecernos en la vida y en las tareas cotidianas.
Nos asolan guerras y desasosiegos. Desde hace demasiados años venimos citando a la Santa cuando afirma que vivimos “tiempos recios” —será que todos los tiempos son recios— invitándonos a ser “amigos fuertes de Dios”. Nunca lo seremos suficientemente. Nos descubrimos como “pequeño rebaño” que, no obstante, puede ser fuerte y no ha de temer porque el Señor es nuestro Pastor y somos herederos del Reino.
Escuchando a la Santa, la paz que necesitamos ha de comenzar por cada corazón y por cada casa. «Pues creedme —dice santa Teresa—, que si no la tenemos y la procuramos en nuestra casa, no la hallaremos en los extraños» (M2,1,9).
Ella es buscadora y constructora de paz. Así, considera su fundación del monasterio de San José de Ávila como una respuesta de paz frente a los conflictos de la Iglesia.
En el siglo XVI las guerras de religión, las luchas entre católicos y protestantes debilitaban la fe y el mensaje cristiano. Teresa llora con el Señor por tanto mal y se decide a hacer lo poco que está en su mano, que es mucho. Es decir, seguir los consejos evangélicos con toda la perfección de que es capaz y procurar que sus hermanas hagan lo mismo.
Santa Teresa de Jesús tiene la experiencia de que las pequeñas acciones son las semillas de los grandes cambios. Evitar juzgar, evitar murmurar, promover la unidad sin establecer bandos enfrentados. Decir lo que hay que decir en verdad, pero siempre con “buena voluntad”.
Ella habla de la importancia que tiene el amor en la vida común superando la atención que se presta a tantas “naderías”, puesto que las “naderías” pueden hacer perder la paz.
Santa Teresa experimenta que la paz ha de fundarse en la humildad. Dice que «donde hay humildad de veras, aunque nunca dé Dios regalos, dará paz» (3M1,9). No es pequeño el regalo de la paz.
Su tarea de pacificación aparece en su Reforma. Teresa de Jesús dialoga, concilia, busca soluciones, está al tanto de las necesidades de todas las hermanas y de sus conventos. No tiene miedo de opositores ni de dificultades.
La Santa presenta en las séptimas moradas la paz en medio de la adversidad como un don de la unión con el Señor. Algo que igualmente es una tarea, como sabemos bien. Y tarea que brilla singularmente en la amistad con Dios. Una amistad que ilumina todos los rincones de la existencia, comenzando por las relaciones con los demás y, por tanto, poniendo los fundamentos de una paz duradera y sin límites.
Teresa se esfuerza por crear una verdadera comunidad en donde se viva la paz, la armonía, la ayuda mutua y solidaria, la equidad y recomienda una vida común así, por supuesto. Una vida que, de este modo, cantará las misericordias del Señor y hará que podamos todo en aquel que nos conforta, como dice el apóstol Pablo.
Demos gracias con Cristo Jesús y santa Teresa, porque la sabiduría que viene de Dios se ha revelado a los pequeños. De ellos es también la paz que necesita cada corazón humano, cada comunidad, cada familia, cada “pequeño rebaño”, de modo que el don de la paz alcance al mundo entero.
Amén.