2023 – Ordenación presbiteral de Raymon | Ordenación diaconal de Luis Alfredo, Javier y Miguel

Sois constituidos ministros de la alegría

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Raymon, Luis Alfredo, Javier, Miguel, unidos a vuestras familias y comunidades, aquí presentes o en la lejanía, damos gracias con gozo al Señor porque os ha llamado a ser servidores de la alegría de Jesucristo y del Evangelio que vosotros debéis vivir primero.

Dios ha pronunciado vuestro nombre cuando estabais en el seno materno y os ha reunido de distintos países en una porción de su santo pueblo fiel para realizar la común misión de mirar, proteger, acompañar, sostener y servir a su pueblo. El Señor os ha elegido como eligió a David, para ser hombres según su corazón y para que realicéis su voluntad, no la vuestra. Como Juan Bautista, recibís la misión de señalar al Cordero de Dios, de quien no sois dignos de desatar las correas de sus sandalias. Pedid la humildad que necesita todo ministro ordenado. Humildad para escuchar a Dios y a los hermanos, para perdonar y pedir perdón, para anunciar el mensaje del amor a los pies de los que os necesiten.

Igual que los vecinos de Zacarías e Isabel, que, ante lo que escuchaban de su hijo, se preguntaban “¿qué será de este niño?”, también hoy nosotros nos queremos preguntar: ¿Qué va a ser de vosotros, Raymon, Luis Alfredo, Javier, Miguel, porque la mano del Señor también está con vosotros?

Raymon, serás a partir de hoy sacerdote del Señor, Sumo y Eterno sacerdote con el sacrificio de su vida que te muestra el camino para la tuya. Luis Alfredo y Javier, seréis diáconos con meta presbiteral, pero tened presente que vuestra diaconía es para siempre. Miguel, serás diácono permanente apoyado, en primer lugar, por tu esposa e hijos. En vuestra familia, Iglesia doméstica, será donde primero ejerzas tu diaconía.

No os conforméis, como diáconos y presbítero, con mediocridades. Aspirad a ser cada día mejores servidores y pastores. Aprended a decir la verdad con amor; a ser amigos de la vida para descubrir a otros el nacimiento de los ríos de la alegría. Aprended a acompañar con discreción y sencillez, sin protagonismo, con palabras y gestos que ayuden a los hermanos a encontrar la «fuente que mana y corre, aunque es de noche», para tener plenamente a Jesucristo.

No os quedéis en las zonas de confort de los adeptos o halagadores simpatizantes; salid en busca de los que se han extraviado e intentad sacarlos del zarzal existencial en el que se hayan enredado, aunque os hagáis daño cuando les ayudéis a desenredarse. Recordad a Jesús cargando sobre sus hombros a quien no puede caminar por sí solo y haced vosotros lo mismo.

No escatiméis ternura y dignidad para con los pobres. Acercaos a los pequeños, enfermos y débiles para tender la mano que les saque de su postración, les dé esperanza y les facilite el logro de una vida digna y respetable en justicia y libertad.

Arriesgad vuestra vida como presbítero y diáconos sin buscar nunca vuestro beneficio ni vuestra gloria, siendo generosos en sacrificios y dispuestos a entregaros de modo que os dejéis constituir ministros ordenados de la alegría buscando la gloria de Dios, es decir, la dicha de sus hijos e hijas, su pueblo elegido.

Junto a vuestros hermanos de ministerio, caminad con el resto del pueblo de Dios sinodal, fraterno, evangelizador misionero y samaritano y sentíos sostenidos y acompañados por todos los diocesanos que peregrinan en la diócesis de León.

¿Qué va a ser de vosotros Raymon, Luis Alfredo, Javier, Miguel? Estamos tranquilos y contentos, porque el Señor está con vosotros; creceréis y os fortaleceréis en vuestro ministerio. Con esta intención os encomendamos a la Virgen del Camino y a san Froilán y pedimos hoy también que recibáis la impronta profética de san Juan Bautista, el más grande entre los nacidos de mujer, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él (cf. Lc 7,28).

Banqueteemos hoy espléndidamente en la Cena del Señor con estos hermanos que reciben el ministerio ordenado para gloria de Dios y bien de su Iglesia peregrina. Amén. Amén.