“Servidores de los ríos de la alegría”
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
En esta celebración de la comunión del presbiterio diocesano con el obispo, os invito queridos hermanos, D. Julián, presbíteros y diáconos a descubrirnos como servidores de los ríos de la alegría que necesita el resto del pueblo santo fiel de Dios que peregrina en León, aquí presente, al que saludo entrañablemente también: personas consagradas y laicas.
Con la bendición de los óleos de los catecúmenos y los enfermos, la consagración del crisma y la renovación de las promesas sacerdotales, los clérigos sellaremos nuestro servicio ministerial, que tiene, entre otros, el encargo de ser servidores de los ríos de la alegría del Señor para que brille por encima de las aguas tristes de este mundo. Algo que responde al sentido más hondo de la misión sacerdotal, como escribió el cardenal Ratzinger en 1988: “un servicio de alegría”. El Espíritu del Señor está sobre nosotros para llevar la buena y alegre noticia del Evangelio a los corazones desgarrados.
Nuestra unción y nuestras promesas nos configuran con Jesús como ministros ordenados bien dispuestos a «levantar la esperanza como insignia para poder dar razón de ella (cf. 1Pe 3,15) y seguir testimoniando la alegría que brota del encuentro con Jesucristo (cf. EG 1)» (JRA Intr.).
Como Pueblo del Camino, Iglesia evangelizadora, misionera, fraterna y samaritana creemos y procuramos que crezca cada vez más «la luz admirable del amor, la verdad, la confianza, la alegría, la justicia, la libertad, la paz y la humildad. En clave agradecida y esperanzada, los bautizados hemos de adquirir un corazón alegre en el Señor para continuar nuestro camino personal y comunitario, creciendo en sinodalidad y viviendo como profetas-testigos, discípulos misioneros de Jesús en estos tiempos» (JRA Intr.).
Ciertamente no cesan las noticias y motivos que nos invitan al cansancio, la nostalgia y la devastación. Pero con la ayuda de Dios, también encontramos razones, personas y situaciones que nos alientan en el camino y nos impulsan a proclamar el año de gracia del Señor y el consuelo a los afligidos, sumergiéndonos en los ríos de la alegría junto a los que vivimos nuestra fe y nuestro ministerio, llegando a compartir con los hermanos lo que más nos importa y amamos e invitándolos a ellos a compartirlo igualmente.
Como os dije a comienzo de curso en la carta pastoral, entremos en caudalosos ríos de alegría y ofrezcamos estos torrentes a todos. Hagámoslo como presbiterio diocesano sin desanimar a ningún hermano, sino animando a todos; sin quitar a nadie su alegría; todo lo contrario, acrecentándola.
Cada uno de nuestros ríos está lleno de vida y lleva la fuerza alegre del agua, en ocasiones de forma saltarina y siempre cautivadora.
Aprovechemos la imagen de los ríos como símbolo de la alegría que nos acerca al Creador y nos invita a beber el agua que salta hasta la vida eterna, viviendo agradecidos junto a los caudales de la alegría de la fe cristiana que tiene en estas tierras una historia viva desde hace tantos siglos y que continuará con nuestra colaboración.
Igualmente, entre estas paredes de luz de nuestra Pulchra Leonina, recordemos que nos conviene poner a la nueva Jerusalén en la cumbre de nuestras alegrías. Para vivir en nuestras vidas cristianas la alegre claridad que irradia nuestra fe con un canto de esperanza, como hacemos tantas veces, hoy mismo, en el interior de nuestra catedral.
Esta Semana Santa sintámonos llamados a vivir una existencia cristiana de Pascua hacia la Jerusalén celeste, liberándonos de profecías de desventuras y dudas para amar a la humanidad según el corazón de Dios, obrando como él nos ha enseñado a hacerlo en Cristo Jesús.
Que este banquete de comunión fraterna nos fortalezca para ser «servidores de la alegría» que brota de nuestra unión con Jesucristo y recorre, junto a hombres y mujeres de buena voluntad, los cauces de la vida de fe en nuestra queridísima Iglesia particular de León.
Amén.