«Cuaresma: conversión a la comunión fraterna»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas comenzamos la Cuaresma. Hagámoslo con verdadera intención y deseo de conversión como camino de transformación personal y eclesial.
Llegar a la Pascua de Resurrección este año tiene unos derroteros singulares, diferentes. No hay dos tiempos cuaresmales iguales.
En este proceso sinodal que avanza, nuestra conversión ha de ser principalmente comunitaria, eclesial. Hemos de convertirnos al camino compartido que Dios nos traza con los hermanos; hemos de convertirnos a la fraternidad de vida cristiana, a la comunión fraterna que conduce a la necesaria fraternidad universal.
Volvamos el rostro a Dios, compasivo y misericordioso, a nuestros hermanos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para caminar a su lado y con ellos en nuestro corazón.
Para lograrlo, dispongámonos a escuchar como pueblo la invitación a la conversión, de modo que santifiquemos a la comunidad. Pidamos al Señor que se apiade de su pueblo. La promesa de Dios es que, si el pueblo escucha la invitación a la conversión, Él mostrará su misericordia y nos colmará de favores.
Dios quiere reconciliarnos como pueblo con él; sale a nuestro encuentro, se adelanta a nuestra petición de perdón y bendice nuestra fraternidad peregrina brindándonos un tiempo favorable en el que experimentemos nuestra oración, nuestro ayuno y nuestra limosna como pueblo de hijos y hermanos, no como miembros disgregados.
En primer lugar, practiquemos la oración personal, como también la comunitaria, perseverando y sin interrupción, en toda ocasión y siempre con actitud eclesial y universal. En la comunitaria ha de caber toda la Iglesia y el mundo entero. En la personal hagamos verdad que donde un cristiano dice yo está diciendo nosotros.
En segundo lugar, hagamos limosna por medio del amor fraterno. Seamos prójimos solidarios, caritativos, obsequiosos; hermanos que se ocupan de sus hermanos, que no desprecian a ninguno, que superan las diferencias y los enfrentamientos; que no se dejan llevar de rivalidad, autocomplacencia ni vanidad. Demos limosna con obras de misericordia que edifiquen la Iglesia de comunión y ofrezcan la fraternidad a quien quiera formar parte de ella.
En tercer lugar, ayunemos como Iglesia que quiere ser libre de toda autorreferencialidad, de toda rivalidad. Pueblo sobrio de la Pascua y del Camino que realiza esfuerzo, sacrifico y concentración con la certeza de ir hacia una meta llena de vida nueva.
Al recibir hoy la ceniza, abramos nuestro corazón y nuestro entendimiento a los hermanos y hermanas del pueblo de Dios que peregrina camino de la Pascua de Resurrección. Con la intensidad que merece este hermoso Tiempo de Cuaresma, con actitud austera y humilde, escuchemos juntos la Palabra de Dios, oremos, ayunemos y amemos sinceramente a todos, especialmente a los más pobres y necesitados.
Dejándonos guiar por el Maestro y por su madre y nuestra madre, la Virgen del Camino, renovados en el espíritu de la comunión fraterna, llegaremos a celebrar alegres la Pascua de Resurrección.
Amén.