«Jesús, Dulce Nombre del Salvador»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, felicidades en la memoria de vuestro titular, a quien festejáis acompañados por las demás cofradías de León, comenzando por la de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad.
La memoria del Dulce Nombre de Jesús en este Tiempo de Navidad nos permite recordar que el fin de vuestra cofradía y hermandad es la práctica de la fe religiosa en torno al misterio de la Muerte y Resurrección del Señor, intrínsecamente unido al Misterio de la Encarnación que celebramos estos días. Dios se hace hombre y entrega su vida muriendo por la humanidad para darnos vida nueva en la resurrección.
Alimentáis y acrecentáis estas verdades de fe con los sacramentos, singularmente la Eucaristía y la Reconciliación. Así podéis alcanzar el fin de la formación cristiana integral y colaborar en tareas evangelizadoras de la Iglesia potenciando la caridad cristiana con los hermanos y otros necesitados. Es la mejor expresión viva de la fe en Jesús Nazareno, cuyo nombre lleváis con el honor de los ciudadanos del cielo, no con la vanidad ni el orgullo de la gloria terrenal.
Pero detengámonos unos momentos en el Nombre de Jesús como aliciente de la fe. Pronunciar el nombre de Jesús, santísimo o dulce nombre, es alivio en la angustia y el dolor, consuelo en el llanto, súplica confiada, don extraordinario en medio de la gracia. Pronunciar el nombre de Jesús es acercarse al corazón de Dios hecho hombre, que es el justo, como dice la carta de san Juan, para conocer sus sentimientos y sentir como él, mientras tomamos distancia de los nombres del poder, de la venganza, del odio, de la condena y obramos la justicia.
El nombre de Jesús es nombre de justicia, de misericordia, de bondad, de honestidad, de caridad. El nombre de Jesús es fundamento de nuestra fe porque nos hace hijos de Dios en Él, en el Hijo.
En Jesucristo, cordero de Dios, encontramos la luz, la puerta de la vida, el fundamento de la salvación eterna. Jesús es el Dulce nombre de nuestro Salvador. Decir su nombre es manifestarnos como sus discípulos y seguidores. Llevar su nombre es caminar conscientes de ser testigos e hijos de la luz, de la vida abundante, de la fe en la vida eterna; ser propagadores de la verdad, la libertad, el amor, la justicia y la paz.
Llevar su nombre y ser hermanitos de Jesús es llevar a otros a conocer al Salvador, cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como tantos hombres y mujeres le han señalado después de Juan el Bautista. Para ser dignos hermanitos de Jesús, oremos como oraba san Bernardino de Siena al Dulce Nombre de Jesús:
«¡Oh nombre glorioso, nombre grato, nombre amoroso y virtuoso! Por tu medio son perdonados los delitos, por tu medio son vencidos los enemigos, por tu medio son librados los débiles, por tu medio son confortados y alegrados los que sufren en las adversidades. […] por tu medio, son glorificados todos los que han alcanzado el triunfo en la gloria celeste. Dulcísimo Jesús, haznos reinar juntamente con ellos por medio de tu santísimo nombre» Amén.