“Un trabajo decente tiene que ser un trabajo saludable”
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas. La imagen de la “viña” que habéis hecho presente hoy aquí tal y como aparece en la Palabra de Dios como recuerdo del Reino que ya está aquí, pero todavía no, es una clara invitación a ser un pueblo que produzca fruto. Quizá la parábola de los «viñadores homicidas» es la más dura que Jesús pronunció contra los dirigentes religiosos de su pueblo. Pero su dureza hoy nos toca, porque tenemos que entenderla dirigida a todos los bautizados desde nuestra corresponsabilidad como trabajadores de la viña, de modo que no vayamos cada uno por nuestra cuenta imponiendo nuestras ideas, sino que aprendamos a caminar juntos en la misma dirección (Isin).
En este sentido nos ayuda reflexionar sobre los labradores encargados de trabajar la viña. Su actuación es siniestra. No se parecen en absoluto al dueño que cuida la viña con solicitud y amor para que no carezca de nada. No aceptan al señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos dueños. Uno tras otro, van eliminando a los siervos que él les envía con paciencia increíble.
Y para colmo, no respetan ni a su hijo. Cuando llega, lo «echan fuera de la viña» y lo matan. Su única obsesión es «quedarse con la herencia», dominar la propiedad, adueñarse de ella, aunque sea asesinando o de cualquier otra forma ilícita, corrupta y perversa.
¿Qué puede hacer el dueño? Terminar con estos viñadores y entregar su viña a otros «que le entreguen los frutos» como pueblo. Cuidado, no seamos nosotros estos malos viñadores. Jesús dice que la viña será entregada a «un pueblo que produzca frutos», pero no a unos dueños, sino a un pueblo de humildes trabajadores, porque solo el Señor es el dueño. Nosotros podemos ser esos trabajadores de la viña, del Reino de Dios. El reino está en «el pueblo que produce frutos» de justicia, compasión y defensa de los últimos.
Por eso debemos ser cuidadosos para no sentirnos ninguno dueño de la viña, de tal modo que incluso echemos fuera al Hijo, ahogando su Espíritu. Nuestra actitud ha de ser la de humildes trabajadores y administradores de esta parte la viña del Señor, que ha de ser una comunidad viva que, entre otras cosas, se una como queremos hacer hoy, para clamar por un trabajo digno y decente, es decir, saludable, que para nosotros significa un gran adelanto del Reino de Dios en la tierra.
Por tanto, edifiquemos una Iglesia abierta, para que muchos trabajadores de la viña puedan también cuidar esta parcela con nosotros, en esta parte de la viña del Señor y crecer juntos, con las puertas abiertas, con la fraternidad en construcción permanente. Pongamos verdad en el amor y la justicia para cuidar el mundo del trabajo, de forma que seamos un pueblo dispuesto a dar frutos.
Amén.