2023 – IV Domingo de Adviento

«Cielos lloved vuestra justicia»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas, el IVº Domingo de Adviento, que deja paso a la Solemnidad de la Natividad del Señor esta misma tarde, hemos de vivirlo con intensidad sin que nada ni nadie nos distraiga de lo esencial: Dios ha querido hacerse hombre por nuestra salvación. Es Dios con nosotros y lo da todo por nosotros.

En la lectura del segundo libro de Samuel queda patente que, sin restar importancia a la iniciativa del hombre de buena voluntad —en este caso David que quiere construir una casa digna para el Señor—, es Dios quien manifiesta su preocupación y atención por la persona humana, su casa, su familia, su descendencia.

Lo que hemos hecho o estamos dispuestos a hacer por Dios, Él ya lo ha hecho y hará por nosotros con mucha más largueza, cuidado y amor. Razón más que suficiente para cantar eternamente las misericordias del Señor. Él está en el centro de la historia de la salvación, como hemos escuchado en la lectura de la carta a los Romanos.

En la preparación de este momento histórico, recordamos el último domingo de Adviento que la Virgen María es la figura central que nos ayuda a acercarnos al Misterio de la Natividad del Señor.

En el saludo de Gabriel contemplamos las claves de la vocación de María: gozo, gracia y ayuda de Dios. El mensajero del Señor es portador de alegría cuando anuncia el nacimiento de Jesús. No solo a la Virgen, sino también a Zacarías y a los pastores en la nochebuena. Desde el comienzo todo queda envuelto de gozo.

En la Anunciación, María, conmovida, reflexiva, obediente, escucha los motivos del gozo que puede experimentar: Dios le ha dado su gracia, su favor, su benevolencia y su complacencia. Es la llena de gracia. Dios ha volcado en ella su amor infinito.

Algo que también reitera el ángel cuando dice: “El Señor está contigo”, te ayuda y consuela.

La Madre de Jesús nos invita a esperar contra toda esperanza (cf. Rom 4, 18) para recibir cada uno también a Cristo, experimentar el gozo de tan incomparable acogida y anunciar que, en medio del dolor y las tristezas de este mundo, llega Enmanuel, Dios con nosotros y nos entrega con su vida el camino hacia la vida nueva y eterna.

Que este banquete pascual aumente nuestra esperanza eucarística para celebrar agradecidos la alegría del Nacimiento de Jesucristo, nuestro Salvador.

Con esta esperanza cierta decimos: «Cielos, lloved vuestra justicia. Ábrete tierra, haz germinar al Salvador».

Amén.