✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas. La Palabra de Dios en este primer domingo de adviento nos anima a permanecer en vela, a vivir despiertos, a no ser indiferentes, sino apasionados de las cosas de Dios, que son las cosas que procuran la dicha de los hombres para adelantar en el camino del Reino.
Como hemos escuchado en la lectura de Isaías, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera del nuestro, que hiciera tanto por el que espera en él. Confiamos y esperamos en quien es nuestro Padre y nos trata como arcilla en manos del alfarero, pues somos obra de sus manos. No puede haber mayor sosiego ni barro más seguro y fortalecido.
Por eso podemos decir, como san Pablo les dice a los Corintios, que hemos sido enriquecidos en todo y el Señor nos mantiene firmes en nuestra peregrinación terrenal, nos sostiene y concede esperanza a raudales hasta el día final.
Lo que nos ayuda a vivir cada jornada despiertos y confiados en Jesucristo que vendrá glorioso con la plenitud de su amor.
Con esta actitud despierta y esperanzada celebramos hoy, «Tú y yo —nosotros— como Iglesia», el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
El comienzo del adviento pone de relieve la feliz oportunidad de unirnos a este Día dando luz y compartiendo vida con las personas con discapacidad que hay en el mundo y con quienes son miembros de la Iglesia y la edifican unidos al resto de sus miembros.
Junto a nuestros hermanos y hermanas con discapacidad damos gracias a Dios por sus grandes historias y testimonios de alegría, superación, servicio, amor, ternura, confianza y mil dones más que rompen barreras y comparten riquezas humanas de incalculable valor e imprescindibles para humanizar la vida y alcanzar la plenitud en Cristo Jesús. Sin duda son luz de esperanza en el comienzo de este adviento.
Vivamos despiertos con la ayuda de Jesucristo y de los hermanos y hermanas con los que caminamos a la luz del Señor (cf. Is 2,5) dispuestos a comprender este año un poco más profundamente el misterio del Nacimiento del Salvador y la espera paciente y alegre, en medio de cualquier situación, de la venida definitiva del Señor Jesús.
Amén.