✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, celebramos hoy a un santo alegre en unos tiempos en los necesitamos contrarrestar los malos augurios, las penas y las tristezas. San Antonio de Padua nos muestra la fuente y la plenitud que nos otorga la fe viva en Jesús resucitado haciendo brotar ríos de alegría en nuestras vidas, como él lo experimentó.
En uno de sus sermones nos dice: «El gozo que experimentaron los apóstoles por la resurrección de Cristo, superó cualquier otro gozo que ellos tuvieron, cuando Jesús estaba todavía con ellos en su cuerpo mortal.» (Sermón de la fiesta de Pascua). La fe en Cristo resucitado nos llena de vida y alegría. Esta es la sabiduría preciosa que san Antonio de Padua amó más que la belleza y la salud y comparte con nosotros, de modo que nos llena igualmente de vida y alegría cualquiera que sea nuestra circunstancia, puesto que Cristo Resucitado y vivo ha vencido todos los enemigos de la humanidad, hasta el último y más fuerte que es la muerte.
El anuncio del reino de Dios ha de ser, por tanto, como nos muestra nuestro santo, un anuncio que discurra por los ríos de la alegría, con la seguridad de que Dios ama a todos sin condiciones y tiene predilección por los que se consideran pequeños, pecadores, por los más humildes.
La experiencia de la misericordia y la bondad de Dios nos la hace creíble y cercana san Antonio. Una experiencia que, igual que le ha transformado a él, nos puede cambiar a nosotros, siempre que estemos dispuestos a un nuevo modo de pensar y obrar según el servicio o ministerio en el que hemos sido constituidos por la llamada de Dios, para que creamos y abracemos la comunión fraterna, la unidad en la fe, la sinodalidad, caminando juntos hasta llegar a Cristo, que es nuestra cabeza y nuestro destino.
Tal alegría que viene del encuentro con el Resucitado y el Evangelio puede transformar la vileza en bondad, el odio en compasión, el egoísmo en generosidad. Cuando desaparece el mal y permanece el bien que encontramos en Cristo y en su Evangelio, resplandece la verdadera alegría de los hijos de Dios, hermanos entre nosotros. La verdadera alegría de la comunión fraterna para seguir realizando la misión evangelizadora y samaritana por el mundo entero, comenzando por los más cercanos, seguros de que el Señor actúa con nosotros y a través de nosotros como lo hizo extraordinariamente a través de san Antonio de Padua, que, sin duda, intercede por todos ante Dios. Amén.