✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanas, hermanos. No nos avergoncemos nunca del Evangelio de Jesucristo que hemos conocido, ni de ningún tesoro de fe que estamos llamados a enseñar.
Quizá como profesores de religión os sentís “pequeño rebaño” que no solos, tanto en centros públicos como en concertados, aunque de distinta manera. Lo tenemos en cuenta todos. Pero la pequeñez de número no es fragilidad de fuerza ni de proyecto. Ser pocos o muchos no significa ser débiles o fuertes. Lo que nos debilita es realizar la misión separados y sin el Señor. Lo que nos fortalece y anima es caminar juntos con Cristo, nuestro pastor y sabernos herederos de su Reino.
En Él se revela la fortaleza que necesitamos, la justicia salvadora de Dios y también el modo como hemos de proceder en la tarea a la que somos enviados. Dad limosna de lo de dentro. Es decir, de la misericordia con la que cada uno de vosotros ha sido tratado por Dios.
San Ignacio de Antioquía, cuya memoria celebramos hoy en la Iglesia, nos muestra la entrega sin reservas que realizan los mártires constituyéndose en constructores de paz, la que necesita nuestro mundo. Por eso se ofrece como trigo de Dios para ser molido por las fieras y convertirse en pan limpio de Cristo. Sin temor y con admirable entrega. El Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbatttista Pizzaballa, recién creado cardenal, ayer se ofreció a Hamás a cambio de que liberen a los niños israelíes tomados como rehenes en el ataque que ha dado lugar a esta cruel contienda. Uno y otro son modelo de entrega como trigo de Dios para ser pan de Cristo.
Estos ejemplos que enaltecen la fe, iluminan la misión de enseñar religión católica para que hagáis crecer el deseo y la búsqueda de paz, de verdad, de justicia y de amor entre vuestros alumnos y se desarrollen como personas que aspiran a la plenitud y conocen el camino por el que pueden caminar e indicar a otros que caminen para hallar lo que anhelan y necesitan, que coincide con el Reino de Dios.
Dad gracias a Dios por servir entre vuestros alumnos con la misión que se os ha confiado en nombre de Jesús y de la Iglesia. Gracias por vuestra disponibilidad, fruto del pan limpio en el que os convertís por la limosna de misericordia que entregáis con generosidad.
Sentíos enviados, respaldados y alentados por la diócesis de León en la que habéis sido convocados a realizar esta preciosa misión con el gozo de enseñar la religión católica caminando juntos.
Oremos unos por otros para que os sintáis parte de un «pequeño rebaño» fuerte, así lo experimentéis y así sea.