✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, celebramos el Corpus Christi en esta magnífica fiesta de tanta tradición, taconeo, luz y color en Laguna de Negrillos. Una vez más el san Sebastián reconocerá, con su venia ante el Santísimo, la grandeza de la presencia real de Cristo resucitado. El Señor Sacramentado es digno de la mayor alabanza y adoración, pues la Sagrada Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana.
La participación en la Cena del Señor nos ha de descubrir, cada vez más, que no estamos aquí por una obligación ni por una devoción individual, sino para celebrar gozosamente toda la comunidad cristiana y alimentar nuestra fe, crecer con amor en comunión fraterna y reavivar nuestra esperanza en Cristo vivo, presente en el pan y en el vino que se convierten en su Cuerpo y en su Sangre.
De este modo, con pies descalzos y humildes, como san Juan Bautista, renovamos nuestra fe sencilla en la presencia de Cristo hasta el fin de los tiempos.
En el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y operante. Ese es el secreto de la fuerza y grandeza de este sacramento admirable que convence a san Sebastián, a quien mire sinceramente a Jesús Sacramentado y a quien celebre con fe la Eucaristía.
Escuchando la Palabra de Dios y comulgando con Jesús, queremos que nuestros sentimientos y pensamientos sean como los suyos; que nuestras actitudes y obras sean semejantes a las suyas. Así seremos auténticos cristianos entregándonos a los hermanos, caminando en la caridad para ayudarnos todos a superar las contrariedades de la vida y alcanzar la dignidad y plenitud humanas, tarea nuestra al mismo tiempo que don de Dios, vivo y despierto en el mundo y en cada ser humano que quiere aceptarlo.
Cuanto celebramos aquí en este templo y cuanto vamos a contemplar después en la procesión del Corpus, debe llevarnos a tener los más altos ideales, tal y como Cristo vivo y presente en la Eucaristía nos ofrece tras haber entregado generosamente su vida por nosotros.
Acojámoslo con gratitud y admiración, caminando en la caridad con los demás, especialmente los necesitados.
Amén.