XXVI Domingo Tiempo Ordinario | 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos, hermanas, amigos todos en el Señor, como cada domingo actualizamos festivamente este extraordinario don de la Resurrección; la vida nueva y eterna que nos debería llenar de fortaleza y esperanza porque Cristo ha resucitado.
En la 108ª Jornada del Migrante y del Refugiado, agradecemos a Dios la familia humana que nos invita a construir caminando todos juntos.
En este admirable sacramento de la Eucaristía están comprendidos los banquetes que precisamos para vivir, como Jesucristo nos ha mandado hacer en memoria suya. Sentarse al banquete de la Eucaristía, mesa del amor fraterno, nos exige, como hemos escuchado hoy en las lecturas de la palabra de Dios, vivir atentos a las necesidades de nuestros hermanos.
Hemos de desterrar siempre la indiferencia, con atención para acoger, promover, proteger e integrar a estos hermanos nuestros migrantes y refugiados y construir el futuro con ellos, como nos invita a hacer el papa Francisco que ha propuesto que hagamos lo necesario para que vengan a la España vaciada.
Escuchemos en nuestro interior la fuerte llamada de atención sobre quienes banquetean espléndidamente o, como avisa el profeta Amós, viven una vida disoluta y se olvidan de los demás, sus hermanos, especialmente los pobres y necesitados, a quienes incluso desprecian, excluyen y oprimen. ¿Seré yo opresor?
El contraste entre el rico y el pobre en el texto evangélico de hoy no pone de manifiesto solo las enormes diferencias externas, como los ropajes elegantes del rico mientras el pobre Lázaro está cubierto de llagas, sino que nos desvela la indiferencia del rico ante las necesidades de quien es igual que él, como la muerte pone en evidencia.
El amor fraterno lleva siempre a la acogida y aprecio del hermano, a su integración y a la solidaridad propia cuando alguien padece necesidad. Es un mensaje que cobra relevancia en esta Jornada del Migrante y Refugiado. La realidad es que nos acecha la tentación de banquetear olvidándonos de los hermanos, también cuando nos acercamos a la Eucaristía, banquete del amor.
Esta Jornada, a la luz de la Palabra de Dios, es una ocasión para comprometernos sacando cada uno lo mejor de sí mismo para contribuir al futuro de la humanidad abiertos a todos y, por tanto, a los migrantes y refugiados que deben formar parte del sueño de Dios en estas tierras. Pidamos luz y valentía para conseguirlo.