¡Del Banquete a la adoración y al compromiso!
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, celebramos la fiesta del Corpus Christi con la solemnidad que siempre ha tenido en León. Lo merece este admirable sacramento de la Eucaristía, fuente y culmen de nuestra vida y misión.
La celebración eucarística es banquete de amor, de sacrificio, de servicio, de fraternidad y de la apertura que Dios nos inspira a los hermanos, especialmente a los más necesitados y reiteradamente afectados por crisis que se suceden, por las carencias que hacen la vida difícil.
La multiplicación de los panes que hemos escuchado hoy es un banquete singular en el que Jesús quiere atender las necesidades de aquellas gentes, igual que las nuestras.
Como entonces, hoy son muchos los que necesitan lo imprescindible para sobrevivir o vivir dignamente y muchos los que buscan un mensaje de esperanza y salvación, el del Reino de Dios, y anhelan ser curados de sus males.
Jesús responde a la situación de crisis y se dispone a paliar las penurias materiales y espirituales de quien quiera aceptarlo. No lo hace con un milagro que pudiera confundirse con una intervención mágica. El milagro lo prepara convocando a sus discípulos a la misión con sencillas pero profundas indicaciones: «dadles vosotros de comer» y «que se sienten en grupos de cincuenta», dispuestos como para una comida familiar.
Todos los cristianos, discípulos misioneros, recibimos estas consignas y cada uno debe responder al Maestro, sabiendo que no estará solo en la respuesta, en la caridad fraterna, en la solidaridad.
Cáritas viene siendo cauce de respuesta al Señor y a los más vulnerables en los últimos 75 años —por lo que damos muchas gracias a Dios—, pero la Iglesia siempre lo ha hecho en fidelidad a las indicaciones del Señor y a su mandato nuevo del amor. Hoy lo tenemos más presente todavía en la celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Día de Caridad.
Las situaciones difíciles para muchas familias, para muchas personas, en estos momentos de la historia, han de sacudirnos de nuestros bloqueos, rutinas y mediocridades, para reaccionar cristianamente y, en la medida de nuestras posibilidades, dar nosotros de comer a tanta gente.
Comulgar con Cristo es comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan eucarístico exige tener presentes a quienes padecen hambre y todo tipo de penurias. La celebración de la Eucaristía, la adoración al Santísimo y la magna procesión que vamos a realizar, han de descubrirnos a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos tiempos. En esta celebración y en la adoración al Señor hemos de experimentar intranquilidad para luchar por los intereses de los más necesitados como si fueran los nuestros propios. Somos Cuerpo de Cristo.
La luz y la fuerza del Banquete eucarístico y de Cristo Sacramentado al que adoramos, nos han de llevar al compromiso por la vida y por la paz a favor de tantos hombres y mujeres de aquí y de otros lugares. Todos son nuestros hermanos y si decimos que caminamos juntos como Iglesia, no podemos dejar atrás ni al margen a nadie. El Señor Jesús nos lo recuerda: sentados y bien dispuestos todos para una comida familiar, «dadles vosotros de comer».