2022 – Solemnidad de san José – Rito de Admisión a las Órdenes

“Elegidos, Enraizados y Enviados”

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Hoy es un día para mirar la historia de la salvación y las personales dando gracias a Dios que nos ha guiado hasta aquí. La Historia de Abraham, del pueblo elegido, de María y de José, de Jesús. Su genealogía nos recuerda que está profundamente enraizado en la historia de Israel al mismo tiempo que acontece el misterio de su nacimiento, poniendo al Espíritu Santo en el origen de su vida humana.

Como signo de las raíces, José recibe el encargo de tomar consigo a María y reconocer ante la ley al niño como hijo propio. Igualmente ha de darle un nombre nuevo que indica su misión: Jesús (“Dios es salvación”).

El hijo que viene del Espíritu Santo en medio de la historia del pueblo de Dios va a perdonar los pecados. Ese es su poder: servicial, salvífico y no político. Un poder para perdonar los pecados, sacar al hombre de su situación de lejanía de Dios y conducirle a la plena comunión con él.

La misión de Jesús no llega solo a algunos ámbitos de la humanidad, sino que va a sus raíces y cambia el modo de relación entre el ser humano y Dios.

El nacimiento de Jesús, bajo la custodia de José, es voluntad de Dios, proyecto de Dios. Jesús es la presencia operante de Dios junto a nosotros. Una presencia misericordiosa, que refleja el rostro del Padre, para que los hombres vuelvan a Él, lleguen a Dios libres de toda culpa y conozcan la más estrecha comunión: Dios con nosotros.

Este niño, elegido y enviado por Dios, enraizado en la familia de Nazaret, muestra y comparte su vocación y misión a quienes son llamados al sacerdocio ministerial.

Efectivamente, Ricardo, Rommel, José Ramón y Genaro, hoy se presentan ante la Iglesia y piden ser admitidos entre los candidatos al Orden sagrado. Un día serán enviados con el mismo poder que les comparte el Señor, con el mismo cuidado de Dios y de la persona humana que les enseña san José.

Ellos han escuchado la voz del Señor, como María, como José y quieren responder imitando su generosidad: «Aquí estoy, mándame». Con miedos humanos, pero con la ayuda del Señor, de sus familias, de sus formadores, de otros sacerdotes y de sus hermanos, los cuatro han hecho y siguen haciendo un camino de búsqueda y escucha de la voluntad de Dios, contando con la sorpresa que viene de lo alto y que habla por medio de señales y sueños, como le ocurre a José. En la sencillez de la vida ordinaria se descubren los grandes misterios de la existencia humana, se fraguan los sueños salvíficos de Dios y con su ayuda, somos fieles a la vocación.

Por el camino del seguimiento de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, los llamados al ministerio ordenado recibirán la ordenación sacramental para el servicio de Dios y de una Iglesia en camino, con el sello indeleble del Espíritu y del Sacramento del Orden. Por consiguiente, elegidos, enraizados y enviados, servirán y edificarán las comunidades cristianas con la palabra y los sacramentos.

Sin perder de vista el horizonte, Ricardo, Rommel, José Ramón y Genaro, dedicaos a aprender cada día a vivir más y mejor el espíritu del Evangelio del Señor y a reforzar vuestra fe, esperanza y caridad. Sed sencillos, acogedores y cuidadores, como José y procurad crecer en el espíritu de oración y en la pasión por evangelizar para que muchos se encuentren con Jesucristo.

Vuestra decisión de manifestar públicamente el deseo de entregaros por medio del Sacramento del Orden al servicio de la Iglesia en camino es un motivo de gozo y de gratitud para toda nuestra diócesis, para nuestros seminarios y sacerdotes, para vuestras familias, generosas como vosotros, y para mí. D. Julián os felicita también.

No dejéis de apoyaros en vuestra comunidad del seminario, en vuestros formadores, en las comunidades cristianas en las que estáis insertos y realizáis vuestra iniciación pastoral y en vuestras familias y amigos. Contad con quienes os acompañamos hoy, aquí o en espíritu, con nuestra oración y nuestra cercanía en la caridad.

Que la Virgen del Camino, Madre del Redentor, san José, su esposo, y san Froilán os inspiren y auxilien para que vayáis adquiriendo cada vez más el corazón de pastor que Dios quiere para su Pueblo santo y fiel en camino. Amén.