2022 – Solemnidad de Nuestra Señora de la Asunción

Todo es recuerdo en el Amor

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas, damos gracias a Dios por la celebración de la solemnidad de Nuestra Señora de la Asunción, que da nombre a nuestra Santa Iglesia Catedral de León y nos convoca para continuar la edificación de la Iglesia con una mirada elevada.

Esta hermosa fiesta nos da consuelo y esperanza pues nos invita a contemplar el horizonte de la tierra de las promesas, la Jerusalén celeste, anticipada en la asunción de la Virgen María y simbolizada en nuestra catedral de León con su luz celestial y la Madre de Dios en el centro.

Por eso las lecturas de esta solemnidad nos exhortan a la esperanza que ya podemos vislumbrar y ansiar con gozo y con ánimo creciente. La figura portentosa, la mujer vestida de sol con la luna por pedestal coronada de doce estrellas —como describe el libro del apocalipsis que hemos escuchado— irradia su poder esperanzador sobre nuestro camino terrenal, alentándonos a vencer todos los males, para lo cual contamos con la fuerza de Dios y la capacidad de cambiar nuestras actitudes equivocadas.

En cualquier caso, creemos firmemente que el mal nunca podrá derribar el poderío y el reinado de nuestro Dios, la potestad de su Cristo. Por eso no debemos sentirnos derrotados nunca.

Por Jesús, nacido de María Virgen, nos ha venido la resurrección que llena de contenido esperanzador nuestra peregrinación terrena, por fatigosa que sea, tal y como nos recuerda san Pablo en la lectura de la primera carta a los Corintios que nos propone la liturgia de esta fiesta. La Asunción de María es una participación singular en la resurrección de su Hijo y un anticipo de la nuestra.

Por medio del canto del Magníficat podemos conocer mejor la grandeza y el proyecto de Dios que cambia el orden de este mundo. Tal y como ha hecho en María, contando con su fiat, el Señor obra a través de nuestra pequeñez, no sin nuestro consentimiento. La humildad —que el Señor nos concede y enseña— es la clave para entender e interpretar la voluntad de Dios y su proyecto de salvación para la humanidad.

No podemos sino contemplar con alegría a Dios, su obra todopoderosa, todo-misericordiosa, y su fidelidad hacia su Pueblo. No podemos sino orar y trabajar por sentirnos llenos de Dios y entonar confiados un canto de agradecimiento y alabanza, alegrándonos de todo corazón.

Dejémonos cautivar por la grandeza del Señor y por su acción salvífica. Abramos el entendimiento para conocer profundamente que Dios es grande en su santidad, es grande por su poder, su misericordia, su amor, su benevolencia, su ayuda y su fidelidad.

Pongamos empeño en dejar todo aquello que nos impide caminar como servidores de Dios y asumamos el camino de vida que señala el Magníficat.

Es un extraordinario proyecto de vida cristiana abandonar la soberbia, el orgullo, la presunción, la vanidad, la autosuficiencia y la confianza en las riquezas materiales. Es una preciosa senda de discípulos de Jesús vestir el traje de fiesta considerándonos instrumentos de Dios, humildes como María, piedras vivas de esta comunidad peregrina, Pueblo del Camino, que avanza hacia la ciudad futura. No lo hacemos cada uno por nuestra cuenta, sino todos unidos como Cuerpo de Cristo.

Hermanos y hermanas, hoy llamamos bienaventurada a María reconociendo con admiración y alabanza la acción de Dios a través de ella hasta su Asunción a los cielos.

Hoy descubrimos que Dios ensalza a los humildes y nos concede el don de la humildad para ser cercanos a Él y a los hermanos.

Hoy abrimos los ojos de la fe para elevar la mirada al misterio admirable de la Asunción de María y recibir la luz de esperanza que necesitamos en nuestro camino siguiendo la estela de la Madre de Dios y nuestra.

Nuestra Señora de la Asunción, enlaza los sarmientos de nuestros brazos en tu misericordia, cubre con tu mirada nuestra tiniebla, tennos en tu regazo la cabeza… Sabemos que todo es recuerdo en el amor, y el alma mira lejanamente lo que sueña y ve en suprema libertad del aire que acompaña tu cuerpo y que lo eleva. Todo es recuerdo en el amor, y ahora, Señora, estamos como mirándote de veras.

Amén.