✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, como nos ha dicho el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, en nuestra asamblea descubrimos que Dios ama lo que no cuenta a los ojos del mundo y es precioso a sus ojos.
La profesión solemne de Sor Klára es un signo de la gloria del Señor que cambia el orden de este mundo por el de su reino. En lugar de primar el éxito, la fama, el poder, el placer y el dinero por encima de todo, Jesucristo nos ofrece la dicha de una vida de bienaventurados que pasa por la humildad y la liberación que traen la castidad, la pobreza y la obediencia.
El encuentro con Cristo genera relaciones nuevas, libres de todo interés e intercambio de bienes y personas, para discernir la voluntad del Padre que nos ama, como ama a su Hijo predilecto, al que debemos escuchar.
Desde este encuentro liberador que se da en la vida monástica con la regla de san Benito y la luz de santidad de su hermana santa Escolástica, Sor Klára ha recorrido los caminos de su historia personal en estos tiempos para buscar a Dios y, desde este lugar, responder al Señor como Él ha soñado para ella, adquiriendo una nueva condición.
Sor Klára, como miembro estable de la comunidad que ora y trabaja en este Monasterio de Santa María de Carbajal tan querido en León, profesas vivir en la unidad de amor y de un solo corazón que Dios Padre concede. Tal y como lo pide Jesús para sus discípulos, según hemos escuchado en el evangelio de Juan. Unidad en la que has de sentir también a tu familia de carne y sangre, que acompaña tu entrega de vida.
Sor Klára, la vida comunitaria en la que profesas y vas a vivir con tus hermanas, ha de iluminar la fraternidad de otros bautizados. Dad testimonio de la unión entre vosotras, como acontece entre los discípulos por la comunión con el amor de Jesús y del Padre en el Espíritu Santo. Necesitamos crecer en la comunión para que avance la misión de anunciar el nombre de Jesucristo, rostro del amor y la misericordia divinas.
Hermanos y hermanas, hoy celebramos un amén al amor más grande, el de Dios. Un amén que pronuncia Sor Klára poniendo de rodillas, humildemente, el corazón. Un amén que desborda castidad, pobreza y obediencia monacales; las tres llamadas a ser perfectas con la conversión de costumbres. Un amén al exceso de Dios, que se convierte, por tanto, en otro afortunado exceso. Oramos para que brille así a nuestros ojos y a los de todos los que buscan al Señor.