✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos, hermanas, alegrémonos por la Palabra, el Verbo hecho carne. Dios, que en muchas ocasiones y de muchas maneras había hablado antes, lo hace definitivamente por medio de su Hijo Jesucristo.
No hay palabra mayor ni más sagrada. Hasta podemos decir que el Verbo es la única Palabra pronunciada por Dios. Es verdadera garantía de redención y Palabra que da confianza en la humanidad y en su Creador. Es Palabra que brota de la tierra y del cielo mostrándonos los caminos de la salvación.
Dios, haciéndose hombre en Jesucristo no se encierra en sí mismo, no guarda silencio, no permanece lejano, sino que, por el contrario, sale de sí, dialoga con la humanidad, se abaja hablando de tú a tú con los seres humanos. Jesucristo no es mensajero de Dios, es su Verbo, la primera y la última Palabra del Padre. Por todo ello, la Palabra nos enseña a vivir como hombres nuevos, camino del reino nuevo, gentes de paz y buena voluntad.
Escuchemos la Palabra con atención y corazón limpio y anunciemos con nuestra vida que ella es novedad perenne, da vida y se ha ofrecido a todos para alcanzar la plenitud jamás imaginada y para construir, por medio de Ella, el mundo nuevo que anhela la humanidad entera.
Jesucristo, Palabra poderosa del Padre, por la que se ha hecho todo, se dirige especialmente a los débiles para aliviarles de su fatiga y opresión, mientras solo les pide tomar su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón.
Celebremos agradecidos que el Verbo hecho carne es motivo de inmensa alegría porque es luz y vida, fortaleza y sabiduría, confianza y valentía y llena de esperanza nuestra existencia humana.
Que nuestra fe se fortalezca hoy —y cada día— con la Palabra, la Verdad, el Camino, la Vida. Que con esa fortaleza pongamos en marcha nuestros pies de mensajeros sobre los montes de este mundo para dar testimonio del Verbo, Jesucristo, como Juan, y proclamar la paz, anunciar la buena noticia y pregonar la justicia, porque Dios nos ha consolado y rescatado. Contemplemos su Palabra, su gloria y su paz para ser hombres y mujeres de buena voluntad.
Amén.