2022 – IVº Domingo de Cuaresma Laetare

“Alegría en el regreso y en el caminar juntos”

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Alégrate, Jerusalén —ciudad de Dios—, reuníos todos los que la amáis, regocijaos los que estuvisteis tristes para que exultéis; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos.

El Señor ha estado grande con nosotros y por eso estamos alegres, caminando juntos y confiados hacia la Pascua, lugar de vida abundante, tierra de promisión que mana leche y miel.

Es lo que nos hace bendecir al Señor que es bueno con todas sus criaturas. Contemplar su grandeza nos deja radiantes en medio de las consabidas oscuridades y tristezas.

Sin duda, estar en Cristo nos concede la alegría de nacer de nuevo, de recibir continuamente la gracia de ser hombres y mujeres nuevos, reconciliados con Dios y entre nosotros por medio de Cristo.

Las veces que nos hemos marchado de la casa paterna, como el hijo menor del Evangelio, o nos hemos quedado con el corazón endurecido, como el hijo mayor, el Padre ha velado por nosotros, nos ha esperado con los brazos abiertos y nos ha susurrado actitudes de conversión y fraternidad que el hombre viejo no alcanza a vislumbrar.

En este camino lleno de vida y alegría celebramos el Domingo del sínodo en nuestra diócesis. Estamos alegres en el Señor que nos sostiene y anima para ser Iglesia en León que quiere vivir y obrar más sinodalmente experimentado la alegría de crecer en comunión, participación y misión.

Tenemos el desafío de estar alegres y crecer en comunión en un mundo triste, enfrentando y dividido. Nos importa y urge el gozo de la comunión fraterna, de la cercanía con los demás, especialmente con quienes peor lo pasan, de tal modo que sean más y mejores hermanos. Queremos ser acogedores también con quienes se han alejado o a quienes hemos descartado y emprenden el camino de vuelta a casa con alegría.

El hecho de crecer hoy en comunión fraterna invitando a aumentar la fraternidad, contribuirá también a que nuestro mundo tenga la paz que necesita, terminen las guerras y cese toda violencia.

Junto a la comunión fraterna está ante nosotros el reto de alegrarnos por la participación bautismal. Construimos presente y futuro poniendo nuestro grano de arena para mejorar la Iglesia que es madre y en la que todos los discípulos de Jesús de Nazaret nos debemos sentir hijos acogidos, como también quienes quieran conocer a Jesucristo si aún no le conocen.

Dios Padre sale a la puerta y corre a abrazarnos colmándonos de esperanza y devolviéndonos la alegría de la reconciliación que nos permite participar nuevamente del banquete de la vida.

Desde la alegría de la comunión y la participación, respondemos al gran desafío de la misión. Porque somos misioneros, testigos de Jesús, cuando valoramos la fraternidad y participamos con el deseo de que la Iglesia sea cada vez más auténtica, como la quiere Jesucristo y como pretendemos con este camino sinodal.

Tenemos la misión de dar a conocer a Jesús y mucha gente reciba la alegría que nace y renace en el encuentro con Él. Que quienes compartimos la fe en Cristo gocemos también del gozo y la dulzura de evangelizar, incluso aunque lo hagamos entre lágrimas.

Hoy, la Casa del Padre es imagen de la Iglesia, Pueblo de Dios en camino. Descubramos todos al Padre que nos aguarda en el camino, nos sintamos cerca o lejos, y quiere abrazarnos y enseñarnos a abrazar con su misericordia y amor.

Disfrutemos de la alegría de sentirnos en casa y contribuyamos a edificar la Iglesia del siglo XXI con piedras vivas misericordiosas; piedras vivas que han conocido el perdón que restaura el verdadero gozo en el abrazo de Dios en Cristo Jesús y en el Corazón de su Madre y nuestra Madre. Ella también nos señala el infinito amor del Corazón de su Hijo, rostro de la misericordia del Padre.

Amén.