2022 – Colación de Lectorado y Acolitado

Señor, ¿a quién vamos a acudir?

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Hoy decimos, como Pedro: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Con esta profesión de fe, somos testigos del Resucitado y podemos construir la novedad que Él nos trae. Una novedad que hoy vemos en Javier y Marco, que van a ser instituidos en el ministerio del lectorado y en Miguel, que va a ser instituido en el ministerio del acolitado.

Como afirma el papa Francisco en su Carta Apostólica Spiritus Domini, es el Espíritu del Señor quien distribuye a los miembros del Pueblo de Dios los dones que permiten a cada uno, de manera diferente, contribuir a la edificación de la Iglesia y al anuncio del Evangelio, siempre a disposición de la comunidad y con una misión de forma estable. En vuestro caso, esta contribución ministerial tiene su origen en el sacramento del Orden.

Javier, Marco, al recibir el ministerio del lectorado os comprometéis a profundizar en la novedad que se produce cuando escuchamos la Palabra del Señor entendiendo todo lo que se refiere a Él en la Escritura, pero también lo que se refiere a vosotros en ella.

Como lectores de la Palabra de Dios, vais a prestar una valiosa ayuda en esta misión confiada a la Iglesia, y, en consecuencia, se os encomienda en el seno del pueblo de Dios un oficio especial al servicio de la fe, que tiene su raíz y fundamento en la Palabra Divina.

Vuestra misión será proclamarla en las celebraciones litúrgicas, y de esta forma contribuir a educar en la fe a los hermanos, prepararlos para recibir dignamente los sacramentos, y anunciar la buena nueva de la salvación a todos, especialmente a quienes viven la pobreza de no conocer a Cristo o no encontrarse con Él.

Cuando proclaméis la Palabra de Dios a los demás, no olvidéis, dóciles al Espíritu Santo, escucharla vosotros mismos y conservarla en vuestro corazón, para que se acreciente en vosotros un vivo afecto por Ella. Y en vuestro camino hacia el sacerdocio ministerial profundizad en este ministerio, pues siempre seréis servidores de la Palabra.

Miguel, después de ejercer durante estos diez meses el ministerio de lector, ahora, en tu camino hacia el diaconado permanente, se te confía la misión de ayudar de otra manera peculiar a los presbíteros y diáconos en su ministerio, y distribuir como ministro extraordinario, la Sagrada Comunión a los fieles, incluso llevarla a los enfermos.

Como acólito, servidor del altar, te vas a acercar a la novedad que acontece en torno al pan y al vino que compartimos para dar vida nueva a nuestro mundo hambriento y cansado. Con ese fin vivirás intensamente el sacrificio del Señor y te identificarás más plenamente con Él.

En tu ministerio ten presente que, de la misma manera que participas con tus hermanos de un mismo pan, también formas con ellos un sólo cuerpo. Ama, pues, con amor sincero a este Cuerpo místico de Cristo, es decir, a la Iglesia pueblo de Dios, sobre todo en sus miembros necesitados y enfermos; así llevarás a la práctica el mandamiento nuevo que el Señor dio a sus Apóstoles en la última cena: «Amaos como yo os he amado».

Miguel, Javier, Marco: al recibir hoy estos ministerios acogéis el modo duro de hablar de Jesús. A Él le habéis escuchado y le seguís escuchando en vuestra vida y vocación. No os lleváis a engaño. Vuestras familias os acompañan en esta generosidad para orar agradecidos con vosotros diciendo: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

Estáis aquí dispuestos a dar testimonio de lo que la Eucaristía y la Palabra de Dios significan: el mesianismo de la cruz que lleva a Jesús y nos invita a entregar la vida por Él. Una entrega que hay que pensar y hacer con decisión y coraje, como el mejor camino que hemos encontrado. Por eso constatamos con toda seguridad: ¡A quién vamos a acudir, Señor, si tú eres el único que tienes palabras de vida eterna, y hemos experimentado y creemos que eres el Santo de Dios!

Que vuestra confianza en el Señor sea vuestra fortaleza y vuestra alegría para gloria suya y bien de nuestra diócesis, de la Iglesia y de la humanidad. Amén.