Solemnidad de Ntra. Sra. de la Asunción
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
La solemnidad de Nuestra Señora de la Asunción, titular de nuestra Santa Iglesia Catedral de León, nos reúne como hijos de Dios y de su Madre, como hermanos en torno a Cristo, piedra angular, para continuar el edificio espiritual de la Iglesia que Dios quiere en estos tiempos, con una mirada atenta y solícita hacia los sencillos y humildes de nuestro entorno y de lejos.
Nos ayuda en nuestra debilidad contemplar a la Virgen María peregrina, Ntra. Sra. del Camino, andariega del Reino. Ella, en la fiesta de su Pascua a la vida definitiva, nos invita a recorrer con pie firme el camino de la fe hasta la gloria de la vida nueva y eterna como madre de la esperanza. La Asunción de la Virgen María a los cielos es eco del anuncio pascual, de la resurrección de Cristo.
Como siempre ha sabido ver el pueblo cristiano, Ella, que supo sufrir con su Hijo la injusticia y el dolor más grandes, comparte hoy la vida gloriosa y nos invita a peregrinar con su misma esperanza. Con la resurrección de Cristo y la Asunción de María vemos confirmado que Dios tiene voluntad de salvar al hombre, que hay una vida completa, eterna, que hay resurrección. La madre de Dios, nuestra madre, «es la perfectamente redimida» (K. Rahner). En ella se ha realizado ya plenamente lo que anhelamos para nuestros seres queridos, para cuantos nos preceden en la vida y lo que un día esperamos vivir nosotros. Tenemos la certeza de que el último enemigo aniquilado será la muerte, como dice el apóstol Pablo, porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.
Esta gran esperanza alienta la espera mientras caminamos por este valle de lágrimas que, no obstante, nos permite vislumbrar la luz definitiva. Espera para los más pobres y los más crucificados de este mundo, a quienes hoy recordamos aquí. Sin olvidar a los que más sufren en León, tenemos especialmente presente al pueblo haitiano, castigado una vez más por un terrible terremoto con cientos de muertos y miles de víctimas. Seamos solidarios, caritativos y oremos por los haitianos, con la intercesión de María, a quien hoy veneramos grande y bienaventurada para siempre porque Dios ha hecho alianza con los pobres y humillados para hacerles justicia con la salud y el poderío de Cristo, que no es un poder de este mundo.
Ese es el motivo del Magníficat. María se alegra, y nosotros con ella, de que Dios haya hecho esta alianza; de que se haya fijado en la humillación de su esclava. María se alegra, y nosotros con ella, de que Dios haga proezas dispersando a los soberbios, derribando a los poderosos y enalteciendo a los humildes; colmando de bienes a los empobrecidos, restaurando con su justicia a todas las víctimas. María se alegra, y nosotros con ella, de que Dios esté más de nuestro lado cuanto más humildes, sencillos y pobres nos encontremos.
La Virgen María nos acompaña y guía con su ternura materna, con su corazón limpio en el que cabemos todos sus hijos, guardados con el Hijo de sus entrañas, que vive para siempre y es Cristo nuestra firme esperanza. Nuestra Señora de la Asunción, María del Magníficat, Virgen del Camino, ruega una vez más por nosotros al Dios de los pobres. Amén.