2021 – Natividad del Señor – Misa de la noche

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1)

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

El nacimiento de Jesús podía haber pasado totalmente inadvertido. No tiene nada de particular. Incluso hoy también hay gente que no lo considera relevante.

Solo el mensajero de Dios que aparece en el esplendor luminoso del cielo capta la atención de los pastores, como la nuestra, para que sepamos lo que ha sucedido, quién es el que ha nacido. Ha venido al mundo el Mesías, el Salvador, la luz en medio de las tinieblas en circunstancias ordinarias. De hecho, el mundo sigue su rutina, igual que el alumbramiento del Hijo de Dios ha seguido los ritmos de la naturaleza humana.

Más aún, el nacimiento ha ocurrido en unas penosas condiciones. Ni lugar adecuado, ni ayuda ninguna pues María misma tiene que envolver al niño en pañales y acostarle en un pesebre.

En contraste con esta escena del pobre portal, está el esplendor de la luz de Dios, estrella azul y el mensajero de la buena nueva. Los pastores, llenos de miedo, sin entender nada, como muchas veces nosotros ahora, reciben la noticia de una gran alegría para ellos y para el mundo entero.

El que viene al mundo tan pobremente es el Salvador. Pensémoslo bien. Nosotros que estamos acostumbrados a adornar al Señor. Aquel niño frágil acostado en un pesebre es quien tiene capacidad y voluntad de ayudar a salir de toda necesidad al ser humano que quiera reconocerlo y aceptarlo.

En la historia muchos se han presentado y presentan como la persona apropiada, el que puede prometer y promete arreglar las dificultades, el que hace justicia, el que consigue el paraíso en la tierra… Solo este niño frágil, que parece que nada puede, es el Señor, quien conoce el camino, quien tiene la salvación para la humanidad.

Busquemos al Hijo de Dios y, por tanto, la salvación en lo humilde, en los pequeños de este mundo, en la fragilidad que nos habita y nos rodea y que estamos llamados a cuidar, igual que estamos invitados a acoger y cuidar a este niño frágil como el Salvador enviado por la misericordia de Dios.

Este acontecimiento no es solo la acción salvífica más sobrecogedora, sino que es la radical esperanza de la humanidad porque Dios toma así definitivamente en sus manos nuestra situación.

El Señor ha entrado en nuestra condición humana asumiendo nuestra fragilidad, de tal modo que ha hecho suya nuestra suerte. Aunque no lleguemos a entender todo con claridad, tenemos la certeza de que su luz disipa tinieblas y aleja temores, de tal forma que siempre nos llenará de gozo y ánimo fuerte saber que este Dios adorable y digno de la mayor gloria, siempre está con nosotros y nos favorece. Acojamos y cuidemos su fragilidad en cada hermano que tenemos al lado. Amén.