Jornada Pro Orantibus «Cerca de Dios y del dolor del mundo»
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
Presidente de la CEVC
Hermanas, hermanos, la solemnidad de la Santísima Trinidad nos habla de un Dios que se revela, que se da a conocer, que es amor infinito y el mayor defensor del ser humano. Se nos manifiesta acompañante, pastor, amigo que quiere siempre nuestro bien y nos ofrece su ayuda para liberarnos del mal, de lo que nos hace daño.
Escuchar a Dios que se revela ante nosotros o hablar sobre Él dándolo a conocer a otros es siempre una buena noticia para todos, singularmente para aquellos que este mundo considera últimos, los pequeños, los humildes.
Acogiendo el misterio de la Trinidad, damos gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo en cuyo nombre hemos recibido el bautismo y, por consiguiente, el don de ser discípulos misioneros en la forma de vida cristiana a la que ha sido llamado cada uno.
Agradecemos hoy singularmente la vocación y misión de las personas consagradas contemplativas en esta Jornada Pro Orantibus, cuyo lema es «Cerca de Dios y del dolor del mundo».
Las personas contemplativas elegís una vía de intimidad orante y fraterna que os convierte en faro, especialmente para quien navega en su existencia humana por mares procelosos, experimenta el dolor y necesita seguridad, guía, amistad, compañía, sintiéndose confortado con solo saber que existís, que estáis cerca de Dios, el Amigo; con solo saber que aprendéis y enseñáis a llamar amigo a Dios y al ser humano.
Así, cerca de Dios y del dolor del mundo, sois hospitalidad especializada en los sedientos buscadores de paz, consuelo y esperanza.
Podéis ser faro y hospitalidad, por vuestra historia de amor apasionado por Dios y por la humanidad; colaboradores del mismo Dios, que permanece con nosotros hasta el fin del mundo (cf Mt 28,20), y apoyo de los miembros del Cuerpo de Cristo en un solo abrazo.
En la mesa eucarística la Iglesia que peregrina en España se une en esta Jornada en torno a los hermanos y hermanas de vida contemplativa, junto a María, presentando al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo, los sufrimientos del mundo.
Queremos estar con los contemplativos, cerca de Dios y de tanto dolor, de modo que compartamos no solo el llanto, sino también la ardiente esperanza.
La vida consagrada contemplativa transparenta la grandeza del amor, la bondad misericordiosa y la belleza de Dios y las refleja sobre el dolor del mundo para paliarlo, haciendo crecer los dones divinos en la espesura humana que no los conoce porque se ha dejado invadir de las tinieblas de la desesperanza y la muerte.
Pedimos a Dios Padre que os custodie en su misericordia y amor para que viváis la comunión de vida fraterna a imagen de la Trinidad. Pedimos al Hijo que os envíe nuevas vocaciones y al mismo tiempo os conceda su paz y su gozo en la espera vocacional. Pedimos al Espíritu Santo que os aliente en la fidelidad cotidiana con su creatividad y que os acreciente la alegría de la fe y de la respuesta generosa a la llamada dejándoos llevar por Él (cf Rm 8, 14).
«Trinidad Santísima, beata y beatificante, haz dichosos a tus hijos e hijas que has llamado a confesar la grandeza de tu amor, de tu bondad misericordiosa y de tu belleza» (VC 111).
Amén. Amén.