«Evangelizar cabal y fraternalmente con Amor»
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
Queridos hermanos.
Damos gracias a Dios por el testimonio de san Juan de Ávila, “maestro ejemplar por la santidad de su vida y por su celo apostólico”, como reza la oración colecta. Sacerdote del Señor lleno del poder del Espíritu y de la sabiduría de Jesucristo crucificado, nos habla hoy como ayer para que nuestra fe y nuestro ministerio se sostengan en el poder de Dios, como hemos escuchado en la lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios.
La sabiduría del Maestro Ávila bebe de la sabiduría divina, predestinada para nuestra gloria, es decir, para nuestra salvación. Una sabiduría que escuchamos de boca de este hombre justo, Doctor de la Iglesia, que sigue dando fruto y anuncia la paz de Jesús sobre los montes escarpados de los tiempos humanos, casi siempre revueltos.
Igual que san Juan de Ávila, nosotros contemplamos la mies abundante que contrasta con la escasez de los obreros. Esta realidad que nos produce zozobra muchas veces, debemos mirarla en común junto a otros hermanos presbíteros y, desde luego, con los diáconos, los laicos y los consagrados, sin apesadumbrarnos cada uno por nuestro lado. Ensanchemos la mirada sobre la mies contemplándola como pueblo de Dios en comunión y que broten oraciones e iniciativas para lograr respuestas vocacionales en todas las formas de vida cristiana.
Animados hoy por el testimonio del Maestro Ávila, hombre lleno del Espíritu Santo, procuremos incrementar o recobrar la alegría del seguimiento del Señor en el ministerio sacerdotal. Siguiendo los consejos de nuestro santo, hagamos las cosas con perfección llenándonos de amor de Dios, como nos indica en una de sus pláticas dirigida a sacerdotes, donde dice:
«Muchos son los oficios de los clérigos […]. No se podrá cumplir con cada uno; pero, ya que se dijo el fin […]; todo lo que se ofreciere, [sea] sin mácula y cabal, y con fuego del cielo […]. Ha de arder en el corazón del eclesiástico un fuego de amor de Dios y celo de las almas» (Pláticas a sacerdotes, 7, 2.4).
Seamos pastores cabales y apostólicos permaneciendo unidos al Buen Pastor por el amor divino que enciende nuestras tareas convirtiéndolas en misión encomendada por el Padre con el fuego del Espíritu Santo.
Esta unión al Buen Pastor es la que nos anima también a estrechar los vínculos de fraternidad sacramental. Llamados a permanecer en el amor de Cristo Jesús, estamos también urgidos a buscar la unidad entre nosotros a través de Él, como los sarmientos están unidos entre sí por la vid, siendo todos parte de ella.
En este espíritu de fraternidad nos acerca felizmente hoy la acción de gracias por los hermanos cuyos aniversarios de ordenación presbiteral festejamos y hacemos nuestros. Con vosotros, José Antonio, Aníbal, Maximino, Demetrio, Orestes, Salvador, Andrés, Juan Jesús, Miguel Ángel, Germán, Valentín, Jenaro, Martín, Lauro y Manuel, damos gracias y oramos por el fruto de vuestra vida sacerdotal. Igualmente lo hacemos con Acacio, Justino, Nicasio y Santos que ya han sido llamados a la casa del Padre. Una misma fe, una misma vocación y misión, un mismo destino. Mientras somos peregrinos de este mundo, permanezcamos fraternalmente cercanos.
Contamos siempre con la ayuda de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, para ir incluso como corderos en medio de lobos, sin exagerar la debilidad de los primeros ni la hostilidad de los segundos. Caminemos ligeros de equipaje, con pasos bien orientados. Llevemos siempre la paz de Jesús con la dulzura que supone evangelizar. Creamos y anunciemos, con persuasión, que el reino de Dios está cerca. Escuchando al Señor y a san Juan de Ávila, evangelicemos cabal y fraternalmente con amor. Quizá no sea fácil, pero es posible con el Señor Jesús. Amén. Amén.