✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
Celebramos la fiesta de san Isidro Labrador, patrono de los agricultores españoles, en unas circunstancias de esperanza mejores que las del año pasado, con la prudencia que exige el riesgo para la salud que todavía nos rodea.
Nuestro santo, trabajador el campo, es motivo no solo de pedir a Dios la bendición de los campos en espera de buenos y abundantes frutos, sino que nos recuerda también a las personas que viven en las zonas rurales, cerca de nosotros, incluso familias nuestras, con los serios problemas que tienen, que tenemos todos, por tanto, y que merecen nuestra atención, apoyo y solidaridad.
En esta celebración, además, recibís el sacramento de la confirmación seis jóvenes que habéis dado el paso de pedirlo de acuerdo con la fe cristiana que os han transmitido vuestros padres, familiares y padrinos de bautismo. Enhorabuena a todos, también a vuestros catequistas y a los sacerdotes que os han acompañado en este proceso que hoy da un salto cualitativo y os hace a vosotros responsables y adultos en la fe cristiana. San Isidro nos ayuda hoy a entender la grandeza de este sacramento, de sus dones y de sus frutos.
Él evoca la paciencia de trabajar los campos, igual que quien aguarda el fruto precioso de la tierra, como hemos escuchado en la carta del apóstol Santiago. Esa espera paciente nos exige fortalecer los corazones poniendo la confianza en quien lo puede todo, porque Dios es compasivo y misericordioso y siempre nos escucha y nos cuida con amor.
Para nuestra vida cristiana san Isidro es un signo de que la santidad está al alcance de los cristianos normales, sencillos. Sus rasgos de bondad, justicia, hospitalidad, cercanía a Dios, tanto suyos como de su familia, pueden pasar desapercibidos y, sin embargo, son al mismo tiempo extraordinarios y fáciles de asumir. Como tantos hombres y mujeres fieles a Dios, el secreto de esa vida es permanecer unidos a Jesús como los sarmientos a la vid. Unión de la que recibimos fuerza para superar las contrariedades de la vida y construirla con alegría, paz, amor y un futuro dichoso y prometedor.
Para permanecer unidos a Jesús, a la Vid, contamos con la ayuda valiosísima del Espíritu Santo con sus siete dones, de forma que adquirimos sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad, respeto de la voluntad de Dios. Estos dones son la savia que la Vid, Jesucristo, nos proporciona a nosotros, que somos los sarmientos. Recordando que el Espíritu Santo habita en nuestro interior daremos frutos de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, serenidad, nobleza, lealtad, humildad, honestidad… Buenos y abundantes frutos
Acoged el Espíritu Santo, recordémoslo todos, como san Isidro y tantos hombres y mujeres de Dios que le han dejado actuar en su corazón, dando frutos para que este mundo sea mejor, más parecido al que Dios sueña para la humanidad y conocemos a través de Cristo Jesús. Es una preciosa misión.