Queridos hermanos y hermanas:
Estos meses, aún en medio de la pandemia, tenemos la oportunidad de experimentar un encuentro gozoso con los seres queridos con quienes no convivimos habitualmente, especialmente padres e hijos, abuelos y nietos, siempre guardando las debidas precauciones sanitarias.
Abundando en esta cercanía familiar, el Papa ha establecido la jornada mundial de los abuelos y los mayores en el cuarto domingo de julio, que coincide esta vez con la festividad de Santiago Apóstol. La coincidencia de esta fiesta en domingo da lugar al Año Santo Compostelano. En su mensaje dice el papa Francisco: «“Yo estoy contigo todos los días” son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!».
El Papa, que se dice anciano entre los ancianos, habla a los abuelos y a las personas mayores, pero su palabra llega y conmueve a todos con su «preocupación, cariño y compañía». Tres términos que resumen la misión de estar pendientes, amar y acompañar a nuestros abuelos y mayores. Puede que algunos tengan mermadas sus facultades para recibir esta carta que les dirige el Papa. Por eso, tomémosla como una llamada para que cada miembro de la Iglesia acoja en el corazón la misión de hacer vivas las palabras del papa Francisco y transmitírselas a los abuelos y mayores de la propia familia y de fuera de ella. Será un quehacer evangélico precioso, lleno tanto de gratitud como de justicia con quienes han gastado la vida dándonos lo mejor de sí y no nos piden nada a cambio.
Podemos mostrar con gestos cercanos que Dios conoce sus sufrimientos, su soledad, su aislamiento, convirtiéndonos en ángeles que visitan, alegran y consuelan a los abuelos y mayores. Ángeles, como dice el Santo Padre, con rostro de nieto, de hijo, de familiar, de amigo. Ángeles cargados de abrazos acumulados para repartir en cuanto se pueda. Ángeles que invitan a rezar, a leer y escuchar la Palabra de Dios, siempre que sea posible. Ángeles que ayudan a comprender la llamada que reciben todos los abuelos y mayores para «custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños».
Custodios de raíces, transmisores de fe y cuidadores de los pequeños, los abuelos y mayores son esenciales para nuestra vida, insustituibles. Sus sueños de justicia, paz y fraternidad pueden acompasarse con nuestras visiones y nuestros proyectos, desde los cuales aprender a custodiar, transmitir y cuidar. Hagamos realidad esos sueños. Su memoria puede ser nuestra luz para recorrer los caminos de la nueva humanidad y evitar los abismos de la destrucción. Caminemos guiados por su memoria. Su oración, como dice Francisco citando a Benedicto XVI, puede proteger al mundo. Oremos con ellos para bregar juntos hacia un puerto seguro en medio de la tempestad.
Queridos abuelos y mayores, nos llena de alegría compartir sueños y visiones como hermanos «juntos en la misma barca». Crece así la fraternidad de nuestra Iglesia que peregrina en estas tierras para construir un mundo mejor. Los discípulos misioneros de Jesús que peregrinamos en la Diócesis de León queremos ser herederos de vuestros sueños de grandeza humana y cristiana para alumbrar la visión de una vida digna con esfuerzos y logros de justicia, paz y fraternidad universales.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León