XXV Jornada Mundial y Pontificia de la Vida Consagrada
«Candelas de fraternidad»
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
Catedral de León, 2 de febrero de 2021
Queridos hermanos y hermanas todos:
«La vida consagrada parábola de fraternidad en un mundo herido» y el vigésimo quinto aniversario de esta Jornada nos invitan a dar gracias a Dios por la vida consagrada y a amar cada vez más su existencia, luz y esperanza para todos. La vida consagrada acompaña y comparte la historia del santo pueblo de Dios. Damos gracias hoy por los hombres y mujeres elegidos por el Señor de entre su pueblo para ser consagrados y apasionados por Él y por la humanidad en medio de un mundo herido.
Un mundo herido que, sin embargo, está lleno de vida y esperanza desde la entraña cristiana y desde el horizonte de la fraternidad humana universal. «Soñemos como una única humanidad —dice el papa Francisco en Fratelli Tutti—, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos» (FT 8).
La vida consagrada se ofrece enteramente al Señor para inspirar, alimentar y sostener ese sueño común de una única humanidad, todos hermanos.
Queridos consagrados y consagradas, qué ofrenda más agradable presentáis al Señor siendo en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo, candelas de fraternidad. Una ofrenda para responder a los retos de las relaciones intergeneracionales e interculturales; a los desafíos pastorales, formativos, organizativos… Una ofrenda de mosaicos multicolor con distintas tonalidades reconciliadas y reconciliables de edad, estilo, análisis diverso de una misma realidad, originalidades de raza, cultura, lengua y nación, disyuntivas entre lo accesorio y lo fundamental y, por supuesto, el discernimiento para colocar las teselas en un hermoso camino no exento de cruz y resultado de resurrección.
Libres de cualquier autorreferencialidad, estáis llamados a ser siempre hermanos y hermanas de hombres y mujeres con quienes también compartís heridas y vulnerabilidad. Continuad siendo mucho más que prójimos, hermanos de las personas que son asaltadas, apaleadas y apartadas al borde del camino. Continuad curando heridas como nos enseña a hacerlo Cristo, el buen samaritano, y habéis experimentado en carne propia: con su bálsamo de amor y su vendaje de misericordia.
Oramos con toda la Iglesia para que las personas consagradas iluminéis como candelas de fraternidad, siendo siempre ofrenda agradable al Señor. Desde la oración confiada, alegrémonos, sintámonos más hermanos, luchemos por extender la fraternidad, superemos unidos esta pandemia y cualquier drama humano y de la Casa Común. Soñemos juntos la necesaria fraternidad universal que Cristo, luz de las naciones, nos regala con su amor para construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en cualquier lugar de la tierra como en casa (cf. FT 62). Que así sea.