Profesión perpetua y renovaciones de las Religiosas Misioneras de Santo Domingo – Provincia de San Luis Beltrán
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
La profesión perpetua es un amén de principio a fin. La renovación de la profesión temporal es un progreso en este amén de cada una en la Congregación. En todo caso, un amén al amor más grande. Un amén que se pronuncia con voz clara y de rodillas. Un amén que exige un corazón humilde. Un amén que desborda castidad, pobreza y obediencia para las Misioneras de Santo Domingo en este año jubilar con frutos del Espíritu que os renueva al estilo de Domingo de Guzmán. En definitiva, celebramos hoy un amén al exceso de Dios, que se convierte, por tanto, en otro afortunado exceso.
Unidos con los que están lejos, en medio de una pandemia que nos distancia al mismo tiempo que nos acerca en lo esencial, esta celebración nos ofrece tres certezas: desde el vientre materno, arrodilladas, con un sí de corazón.
1ª certeza: Desde el vientre materno
Desde el vientre materno hasta lo desconocido, hasta lo inexplorado.
Desde siempre y por siempre… En el comienzo el Señor, nuestro Pastor, pronunció vuestros nombres (Sor Teresita, Vö Thi Ly; Sor Lucía, Nguyen Thi Xuân Thy; Sor Rosalía, Nguyën Thi Ngoc Trang) para consagraros a Él y a su Reino. Os dio a conocer el amor a través de vuestros padres, abuelos, hermanos…
Años después el Señor añadió el acento comunitario y congregacional, el envío a la misión… Pero ni habéis elegido vosotras tres, ni os han elegido las Misioneras de Santo Domingo. Él es quien, escondiéndoos en la sombra de su mano, orgulloso de vosotras antes que nadie, escribió vuestro nombre en la historia congregacional del carisma dominicano con horizonte misionero.
Dios os quiere misioneras sin parar hasta que resplandezca su salvación como antorcha encendida. Os quiere así, para que seáis reflejo de su luz llegando hasta lo desconocido de la tierra, como elegidas suyas.
Él os envía, como a nuestro Padre santo Domingo y a tantas dominicas hermanas vuestras, hasta lo inexplorado, hasta otras orillas misioneras, periferias existenciales y de pensamiento. Solo tenéis que dejar que Él haga su tarea eterna para pasar de la carencia a la sobreabundancia, para poner en el centro a la persona humana que está al margen. Entregáis vuestra vida para que conozcan y tengan vida quienes no la han conocido o han sido privados de ella de mil formas.
2ª certeza: Arrodilladas
Arrodilladas, abrazáis a Dios en castidad, pobreza y obediencia.
Consentís doblando las rodillas ante el libertador; ponéis vuestra esperanza en el Salvador. Ese es vuestro exceso, que también el ser humano puede excederse. Dobláis las rodillas ante el Padre o, lo que es lo mismo, abrazáis su voluntad, que será vuestra dicha, su amor, que será vuestra fuerza, y su pobreza, que será vuestra riqueza. Abrazar esta dicha, esta fuerza y esta riqueza, fundamenta vuestra felicidad y la de mucha gente en el presente y en el futuro.
Y es que abrazáis de rodillas la Cruz de Cristo, recogiendo lágrimas y sangre de este mundo en permanente Viernes Santo que, por el misterio del Dios encarnado, amigo de la vida, se precipita en el océano pascual de la Resurrección.
Abrazáis de rodillas, pidiéndole al Padre fortaleza por medio de su Espíritu, para que vuestra vida sea Cristo Resucitado. Para que Él habite en vuestro corazón y estéis cimentadas en su amor. Esta vida que abrazáis hoy para siempre, Cristo, es el mayor tesoro para poder decir un sí gozosa y victoriosamente rendido.
3ª certeza: Con un sí de corazón
Con infinito exceso para siempre. Decís con gozo y amor: Amén.
Brota hoy en vuestros corazones de mujeres un sí que solo puede ser humilde, suave y firme, con el que selláis una alianza que responde al amor con el que Dios os ama. Amor excesivo, amor que produce frutos de unidad.
En su amor superaréis el miedo si os veis débiles en medio de lobos; aprenderéis a prescindir de lo secundario y a amar sin medida. Con vuestro sí fundado en el carisma dominicano podréis llevar la paz a quienes acojan vuestra vida —a quienes acojan a Cristo— y la reciban para tener ellos también la paz del Resucitado.
Damos gracias a Dios por vuestro sí, como el de María Virgen, Madre y Maestra, que es un amén total. También vuestro sí, desde el vientre materno hasta la eternidad es historia tejida de amor desbordante, inabarcable, estremecedor, apasionante.
Con palabras prestadas, bien se puede decir que a través de vuestro amén «el dulce Amor de Dios trajo descanso, aun cuando su descanso es más amar y más gustar lo amado y abismarse otra vez en el Amor. […] Tu corazón, tu corazón que late enamorado… Hacia todo y hacia todos, sin medida. En la altura y en la hondura, en la anchura y en la longitud. Como quien busca al hombre sin descanso con un Sí pletórico, redondo. Para que el hombre encuentre, arrodillado, su propio humilde sí, su corazón. Unidos en la entraña por los siglos… Entonces, sí. Entonces, el Amén». Amén, Sor Teresita. Amén, Sor Lucía, Amén, Sor Rosalía.