Liturgia Dominical – «MI HIJO AMADO, MI PREFERIDO»

Mons. José Manuel del Río Carrasco – Diario de León (06/01/2024)

El evangelista Marcos abre su evangelio con la narración del bautismo de Jesús. Es el inicio de su ministerio público. De Él da testimonio el Espíritu, que desciende como una Paloma sobre su persona, y la voz del Padre, que nos revela sin lugar a dudas su identidad: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.

Sí, ciertamente su entrada en la escena del mundo no deja de sorprendernos. Viene desde las lejanas tierras de Nazaret de Galilea para ser bautizado por Juan en las aguas del Jordán. No olvidemos, que el bautismo de Jesús posee una elocuencia intrínseca. Jesús se inclina delante de Juan el Bautista y deja que le sumerja en el agua del Jordán, pero no porque deba confesar sus pecados, como los demás penitentes, sino porque quiere compartir, aun siendo justo, la condición de los pecadores realizando un gesto de plena solidaridad para con nosotros.

El mundo de Dios se abre sobre Jesús y se le comunica en plenitud. Y, así, con Jesús la Trinidad Santísima entrará en los acontecimientos de los hombres. El Mesías, que el pueblo de la promesa esperaba como Aquél sobre el que descenderá el Espíritu del Señor, no es otro que Jesús de Nazaret. Con Él comienza la era mesiánica.

El Espíritu que desciende sobre Jesús, como el vuelo de una paloma, le convierte en un hombre que posee una vitalidad divina preparada para ser puesta al servicio de la humanidad.

El segundo testimonio procede de la voz del Padre, que, dirigiéndose a Jesús, sobre el que ha descendido el Espíritu, dice: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. Jesús no es un hombre adoptado como hijo. Tiene con el Padre una relación de filiación única. Es, de suyo, “mi Hijo amado, mi preferido”.

La revelación de la identidad de Jesús, en el momento en que con el bautismo comienza su actividad pública, está dirigida por el evangelista Marcos a atraer la atención de los lectores hacia su persona para poder acoger su propuesta de vida.