Mons. José Manuel del Río Carrasco – (Diario de León, 01/03/2025)
Acaba hoy la primera parte del tiempo ordinario, porque el próximo miércoles iniciamos ya la Cuaresma. Además, acabamos la lectura continuada de la primera carta de san Pablo a los Corintios, y también el resumen del mensaje de Jesús que Lucas ha recogido. Su mensaje empalma con el de la 1ª lectura. El núcleo consiste en valorar lo interior. Jesús invita a la profundidad y a la sinceridad de corazón; a no quedarse con la imagen exterior.
El evangelio tiene dos partes: la primera consiste en una llamada a la humildad, a la sencillez, a la hora de valorarnos a nosotros y a los demás. A partir de las imágenes del ciego que no puede ser guía de otro ciego, y del discípulo que no está tan instruido como su maestro, Jesús hace una llamada a ser conscientes de la propia limitación, a la capacidad de autocrítica. Este pensamiento culmina con el ejemplo de la viga en el propio ojo y la mota en el del vecino: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” Jesús invita, en la segunda parte del texto de hoy, a descubrir al hombre en su propia realidad. Una realidad que halla su aspecto más auténtico en lo que hay en el fondo del corazón. Lo que vale en cada persona no es lo que dice, ni lo que hace, sino lo que hay en su corazón. Y lo que hay en el fondo del corazón se expresará después en sus palabras y en sus obras.
Con todo esto Jesús nos invita a cultivar la dimensión interior de la persona, aquello que constituye la parte más profunda y auténtica de su ser. Una dimensión interior que Jesús ve en positivo, al decir que “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien”. Se trata, en definitiva, de buscar la renovación del corazón. Los cristianos la encontraremos en la lectura del evangelio. La ya inmediata Cuaresma nos ayudará todavía más a avanzar en esta línea de interiorización y de renovación.