Liturgia Dominical – DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

D. Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 25/01/2025)

El domingo es día de júbilo pascual por la resurrección de Cristo y por la resonancia de su Palabra, siempre estimulante y salvadora. Día de la alegría y de la Palabra. La primera lectura nos refiere la atención con que el pueblo de Israel escuchaba la lectura de la Ley realizada por el sacerdote Esdras, respondiendo con las manos alzadas: «Amén, amén» (cf. Neh 8,2-4a.5-6.8-10). Modelo de aceptación con alegría y devoción. En el evangelio resuenan en labios de Jesús las palabras de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad,… a proclamar el año de gracia del Señor». Y las del mismo Cristo: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Primera predicación pública del que era en persona evangelio viviente y sigue siéndolo para siempre. Esta va a ser la misión de Jesús, sellada con su entrega en la cruz y coronada con su Resurrección. Y esta ha de ser también la misión de los cristianos. Al escuchar la Palabra de Dios desde la fe, hemos de ser conscientes de que es el mismo Señor quien nos habla aquí y ahora en las circunstancias concretas de nuestra vida, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz. Ha de ayudarnos a identificarnos con Aquél que es la Palabra verdadera, con sus actitudes, con su misión y destino. Todos, en virtud del bautismo recibido, hemos sido ungidos con la fuerza del Espíritu Santo para vivir y transmitir este mismo mensaje de salvación. La Iglesia entera, de la cual somos miembros, tiene como tarea primordial anunciar esta Buena Noticia. En la segunda lectura, Pablo utiliza la comparación del cuerpo y los miembros para convencer a los Corintios: «Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro» (cf. 1Cor 12,12-30) y expone claramente que todos los miembros de la Iglesia son insustituibles y necesarios para llevar a cabo la misión confiada por el Señor. Mantengamos el corazón abierto a la Palabra de Dios que nos interpela y nos ayuda a ser transmisores de fe y de esperanza a las siguientes generaciones.