Liturgia Dominical – «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»

Mons. José Manuel del Río Carrasco – (Diario de León, 15-I-2023)

      El tema de la llamada, de la vocación, unifica las lecturas sagradas de este domingo. Es Dios quien habla para revelar su proyecto de salvación, para manifestar su voluntad. El evangelista san Juan insiste mucho sobre la necesidad de ver y contemplar a Jesús. Hoy nos transmite el testimonio de Juan Bautista: “Yo lo he visto”. El cristiano no es solo alguien que sigue a una figura evanescente en la historia pasada, sino el que ha visto y oído a Jesús, ha experimentado la fuerza y el calor de sus acciones y ha sido, como dice San Pablo “conquistado por Jesucristo”.

Esta llamada a la santidad se realiza sobre todo en la oración. Como modelo de esta contemplación de Jesús se nos presenta también a Juan Bautista. Algunos de los apóstoles, que habían sido discípulos del Bautista, le piden expresamente a Jesús: “Señor enséñanos a orar, como también Juan enseñaba a sus discípulos”. Los apóstoles tienen ya el ejemplo de Jesús que alargaba su oración, para hacer la voluntad del Padre. Pero necesitan que esta oración de Jesús sea adaptada a sus vidas, a la nueva situación del grupo en el que se han introducido. Siempre es necesario adaptar la oración a nuestras circunstancias concretas, ya que la santidad se desarrolla en todas las situaciones de la vida. Nuestra vocación cristiana exige la oración, la visión de Dios, la contemplación de su proyecto de santidad. Solo en la oración puede existir la docilidad interior, con una espera paciente y perseverante de todo lo que Dios quiere realizar en cada uno de nosotros.

La visión de Dios no nace en una oración egoísta, sino que se realiza solo en el que desea la salvación de los hermanos y se empeña en el apostolado según su vocación. Hoy Pablo nos dice que él ha sido “llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios”. Jesús nos revela el papel que nos toca desempeñar a cada uno de nosotros, nos comunica su luz y su fuerza, dándonos aquél Espíritu que él mismo ha recibido. Es tan simple y a la vez tan comprometido.