Queridos hermanos y hermanas:
2024 es el Año de la Oración en la Iglesia, con el fin de promover la centralidad de la oración personal y comunitaria, como medio de preparación para celebrar el próximo Jubileo. Precisamente por este motivo nos daremos cita en la Basílica de la Virgen del Camino el 31 de mayo, fiesta de la Visitación de la Virgen María, para compartir un rosario diocesano —»Con María por la Iglesia y por el mundo»— teniendo presentes las distintas realidades pastorales de nuestra diócesis y pidiendo juntos a María por las necesidades de la Iglesia y de la humanidad.
Desde la centralidad de la oración, fuente de la esperanza, acogemos la convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025 que ha publicado el papa Francisco el pasado 9 de mayo con la Bula «Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rom 5,5). El Papa quiere que la esperanza colme el corazón de “cuantos lean esta carta”. Por ello, os invito a leer «La esperanza no defrauda» que paso a presentaros a continuación.
Como ya sabíamos, la esperanza será el mensaje central del Jubileo. Su convocatoria nos debe ayudar a incrementar el anhelo de ser “peregrinos de esperanza”, tanto si viajamos hasta Roma como si lo celebramos en nuestra Iglesia particular de León o en ambos lugares de Dios. En todo caso, como dice el Papa, que sea «un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como “nuestra esperanza” (1 Tm 1,1)».
En la bula, el Papa va desentrañando algunos epígrafes que resultan hitos, señales, que nos orientan certeramente en la peregrinación de la esperanza. «Palabra de esperanza» y «camino de esperanza» son los dos primeros. El Papa recuerda que la esperanza no queda defraudada porque el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. La esperanza nace del amor y se funda en el amor de Dios, del que nada ni nadie nos podrán separar. Además, el Santo Padre relaciona estrechamente la esperanza con la paciencia y afirma que la segunda mantiene viva a la primera en una sociedad de inmediatismo y prisas. Entretejer esperanza y paciencia muestra la vida cristiana como un camino que necesita momentos fuertes para robustecerse.
El tercer epígrafe es «Signos de esperanza». Es una llamada de atención a los signos de los tiempos para interpretarlos a la luz del Evangelio, de modo que la Iglesia responda a los interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y la futura y la mutua relación de ambas (cf. Gaudium et spes, 4). Es preciso estar atentos a todo lo bueno que hay en el mundo, en lugar de vernos superados por lo malo y convertir los signos de los tiempos en signos de esperanza. Lo hemos de hacer trabajando denodadamente por la paz, por los pobres, los ancianos, los jóvenes, los migrantes, los enfermos, los encarcelados y por la apertura a la vida, a su transmisión, a su dignidad y a su cuidado hasta el final.
El cuarto epígrafe de la bula es «Llamamientos a la esperanza». Comienza por recordar que los bienes de la tierra están destinados a todos, pensando en que quienes pasan necesidad. El Papa hace llamamientos para terminar con el hambre y condonar las deudas de los países que no podrán pagarlas. Por otra parte, a los 1700 años del Concilio de Nicea, apela a concretar la forma sinodal en la Iglesia y avanzar hacia la unidad visible de todas las Iglesias cristianas, planteando, como ya ha hecho en otras ocasiones, la búsqueda de una fecha común para celebrar la Pascua.
El último hito es vivir «anclados en la esperanza». La imagen del ancla expresa la seguridad de aferrarse a Jesús incluso en medio de las tempestades de la vida. Que, como el papa Francisco dice, nos dejemos atraer ya por la esperanza y, a través de nosotros, sea contagiosa para cuantos la deseen. Nos acompaña la Virgen del Camino, que nos muestra a Cristo, vivo y glorioso, “nuestra esperanza”.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León