Queridos hermanos y hermanas:
El camino cuaresmal se nos presenta este año con el objetivo de renovar y profundizar el encuentro con Cristo, esperanza que nunca defrauda. Agitados por olas impetuosas, pues así es la travesía humana hasta llegar al puerto del reino de Dios, vamos aprendiendo a confiar en el que tiene el poder de calmar la tempestad (cf. Mt 8,27; Mc 4,41).
La esperanza infunde en nosotros la seguridad de que podremos salir adelante si nos fiamos del Señor. El Padre nos ha regenerado, mediante la resurrección de Jesucristo, para una esperanza viva (cf. 1Pedro 1,3) Y esta esperanza, que es Cristo mismo, sostiene nuestro camino en todo momento, especialmente cuando se vuelve tortuoso. Cabría decir que no podemos vivir sin ella, pero es mejor decidir que queremos vivir con ella, que estamos dispuestos a que sea su esperanza la que nos encienda y llene de vida, la que nos mantenga en pie con buen espíritu, con coraje y con fortaleza.
Por todo ello, este Año Jubilar Ordinario la «Cuaresma se hace esperanza» para nosotros. Emprendemos el camino hacia la Pascua con la certeza de que, esperanzados en Cristo, podemos superar nuestros baches existenciales. Hagamos, pues, lo posible por mantener la esperanza en el Hijo de Dios como suelo firme en cada uno de nuestros pasos cuaresmales, pertrechándonos de lo necesario para este camino cuaresmal: oración de paciencia, ayuno de solipsismo y limosna de perdón.
La esperanza requiere paciencia y, por tanto, necesitamos orar para pedirla y hacerla crecer. Oremos para que la paciencia relegue los agobios y permita que en cada uno aflore la bondad y el amor del Señor. Pidamos la paciencia que viene del Espíritu Santo y que convierte la espera en plegaria confiada. Acojamos la paciencia que mantiene viva la esperanza (cf. Spes non confundit, 4). Convirtámonos y creamos en la paciencia que es tierra sembrada de esperanza.
El ayuno nos ayuda a caminar ligeros de equipaje y, en este caso, a crecer en esperanza. Lo cual se traduce en un ayuno concreto: el del solipsismo, es decir, de toda forma radical de subjetivismo, que suele venir acompañada de susceptibilidad y recelo, y fácilmente degenera en rivalidad, ruptura, falta de fraternidad, afán de posesión y dominación. Este ayuno nos traerá sosiego y esperanza para avanzar en nuestro propósito de ser «como granos que hacen el mismo pan».
La limosna cuaresmal nos impulsa también en el camino hacia la Pascua. Que nuestra limosna sea del perdón que desafía nuestro corazón cotidianamente. Sabernos perdonados debe ayudarnos a perdonar. Recibir el perdón ha de urgirnos a ofrecerlo como limosna con una medida «generosa, colmada, remecida, rebosante» (Lc 6,38). El perdón es siempre fuente de esperanza.
Iniciemos juntos, por tanto, una peregrinación esperanzada hacia la Pascua. Descubramos la riqueza de este caminar en los rostros de nuestros hermanos y hermanas y en el nuestro propio, irradiando la esperanza en la que hemos de convertir este tiempo y a la que hemos de convertirnos los que creemos en el Evangelio de Jesús.
Encomendémonos durante esta Cuaresma de 2025 a María, Virgen de los Dolores, de las Angustias y de la Esperanza. Y hagámoslo también intercediendo particularmente por el papa Francisco, para que pueda hacer suyos, como María, los sufrimientos de Cristo y encuentre en él la esperanza que no defrauda.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León