D. José-Román Flecha Andrés – Diario de León (17/02/2024)
“A través del desierto Dios nos guía a la libertad”. Con ese lema inicia el papa Francisco su mensaje para la Cuaresma del año 2024. En él evoca la experiencia del pueblo de Israel, tan esclavizado en Egipto que Dios tuvo que tomar la iniciativa para conducirlo hacia la libertad.
- A Moisés, Dios se le mostró en la zarza ardiente como un Dios que ve y escucha: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces” (Éx 3,7).
Es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón destruye los sueños, roba el cielo, hace que parezca normal un mundo en el que se pisotea la dignidad humana. Logra mantener todo sujeto a él.
- También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. El Papa nos pregunta si ese grito llega hasta nosotros. Si deseamos un mundo nuevo. Si estamos dispuestos a romper los compromisos con el mundo viejo.
Según él padecemos un déficit de esperanza. La humanidad ha alcanzado un alto desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaz de garantizar la dignidad de todos. Sin embargo, persisten las desigualdades y los conflictos.
- La Cuaresma es tiempo de conversión y de libertad. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. Pero más temibles que el Faraón son los ídolos, como el dinero, nuestras ideas y proyectos, nuestra posición y nuestras tradiciones. En lugar de impulsarnos, esas cosas nos paralizan. En lugar de unirnos, nos enfrentan.
Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos e inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están abiertos y bien dispuestos. Ellos son la fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene al mundo.
Si nos libramos de los ídolos, podremos ver que la presencia de Dios se manifiesta en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura y vaciamiento. ¡Fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan!
- La Cuaresma ha de ser un tiempo de decisiones comunitarias, a contracorriente, capaces de cambiar la vida diaria de las personas y de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados.
Si la Cuaresma nos lleva a la conversión, la humanidad extraviada sentirá el destello de una nueva esperanza.
El Papa concluye su mensaje citando un famoso poema de Charles Péguy. En él dice Dios que la fe y la caridad llevan de la mano a la pequeña esperanza y la enseñan a caminar. Pero es esta niña la que arrastra y guía a sus dos hermanas mayores.